Ha drogado tanto a la audiencia que ésta ya no se sorprende con nada de lo que aparece en la serie. ‘Águila Roja’ se ha convertido en una máquina del tiempo en la que te puedes esperar cualquier cosa. La semana anterior era un coliseo romano en el centro de Madrid, con gladiadores que, a falta de leones, peleaban contra los «cristianos» de la villa. En esta una justa en la que el rey de Inglaterra emulaba a Ricardo Corazón de León.
Para la próxima semana el adelanto ya nos ha mostrado a un elefante, que vete tú a saber si es uno de los que usó Aníbal para cruzar los Alpes o si es uno de los que cazaba el Rey don Juan Carlos en Botsuana. Tan factible es que salga el general cartaginés como que lo haga el capitán general de todos nuestros ejércitos. Con este ninja que esquiva balas a lo «matrix» cualquier cosa es posible.
Incluso que alguien del Gobierno se haya infiltrado en el grupo de guionistas de Globomedia y haya propiciado que en el capítulo de este jueves pareciera que se estaba intentando promover la «marca España». Satur, ese personaje que al principio caía simpático y que ahora, con tanta pregunta y tanta cara de pánfilo, resulta más antipático que Frodo reivindicando su anillo, incitó a su «señor» a defender el orgullo de los «hispanos» ante el enemigo inglés, porque «Hispania es la mejor».
Así, el supuesto maestro (¿desde cuándo no sale una sóla imagen dando clase a sus alumnos?) se vistió cuál caballero de la Mesa Redonda y se impuso en un torneo de justa en el que los españoles querían matar al malvado rey inglés, con un toro simulando al mítico caballo de Troya, y éste quería terminar con la vida de nuestro gran Felipe IV con una lanza envenenada. No, no me he metido nada. Si acaso los guionistas.
Mientras funcione, a seguir desvariando. Esa debe ser la consigna en esta producción. Qué importa que nada tenga sentido. Para qué explicar lo inexplicable. Una cosa es que sea ficción y otra que aquí todo valga. ¿Aparecerá un antepasado de Rajoy en las próximas entregas? No apuesten, porque podrían perder.
La mosca de ajuste