La Cumbre de Varsovia debería haber servido, en teoría, para sentar las bases para un nuevo pacto climático mundial serio que sirviese para combatir el incremento del efecto invernadero. Pero no ha sido así.
El fracaso escandaloso de la cumbre del clima en Varsovia (COP19) es un nuevo episodio en el progresivo desmoronamiento de una serie de avances ambientales que había costado décadas conseguir, y que hoy se mantienen solo parcialmente gracias a algunos países concretos, como algunos de la UE.
Es un proceso de deterioro que se agravó con la llegada del Presidente Obama a la Casa Blanca cuando este optó por aliarse con países como China para reventar los avances que se habían producido, con grandes dificultades, en pro de la existencia de unos acuerdos medianamente serios para combatir la crisis del calentamiento global (con referentes como el protocolo de Kioto, que aunque mejorable era desde luego mucho más serio que lo actual).
En Varsovia ha proseguido esa nefasta tendencia que se ha ido abriendo camino en los últimos tiempos, desoyendo las advertencias de la comunidad científica que recientemente, en base a los datos, empeoraba sus vaticinios. Así el último informe del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático de la ONU (IPCC), compuesto por miles de investigadores, alertaba que la temperatura global podría subir más de lo estimado hasta hace poco, hasta 4,8 grados para el año 2100 y originando un alza del nivel del mar de 82 centímetros.
Entre tanto, la tendencia al incremento de las temperaturas sigue produciéndose. Y, aunque siempre es complicado asociar fenómenos meteorológicos concretos, como el tifón de Filipinas, a lo que sucede, lo cierto es que se está asistiendo a un incremento en la frecuencia e intensidad de fenómenos meteorológicos extremos (sequías, inundaciones, huracanes,…) . Y progresan problemas, ligados al tema, como la acidificación oceánica, la muerte de los corales, el deshielo de los glaciares,…. Los científicos estiman que una serie de problemas perdurarán siglos incluso si los gobiernos actuasen con decisión, pero que, de no hacerlo, la cosa será de mucha mayor gravedad. Sorprendentemente, a la par que aumenta la preocupación de los científicos, disminuye el compromiso de algunos gobernantes mundiales, como se ha visto en Varsovia.
Muchos científicos esperaban que en esta cumbre se hiciera algo para enderezar el rumbo. Pero, poco se ha conseguido. El descarado desprecio a cuestiones ambientales en las que la Humanidad se juega mucho está alcanzando ya cotas inauditas en algunos ámbitos. Y ello se ha visto en los pobres resultados de la cumbre en la que una serie de países muy contaminantes, como China, han presionado para que no se estableciesen una serie de compromisos vinculantes de reducción de emisiones.
Que centenares de representantes de las más diversas ONGs, en una decisión sin precedentes, abandonasen la cumbre antes de que finalizase, es sintomático del grado de deterioro existente. Entre ellas Greenpeace, WWF o algunas que trabajan en pro de los países más pobres (y que más sufren los efectos del cambio climático) que tomaron esa decisión ante el trato que se les estaba dispensando. Lo cual es llamativo si se tiene en cuenta que no hacen más que pedir que se escuche la voz de la Ciencia y se actúe en consecuencia.
El desprecio hacia la verdad científica y la sumisión ante los intereses de industrias como las de los combustibles fósiles ha sido esta vez especialmente descarado. Acaso sintomáticamente, en paralelo a la Cumbre del Clima y en la misma ciudad, se celebraba la Conferencia Internacional del Carbón (Varsovia es la capital de un país cuya economía depende mucho del carbón, cuyo uso , junto al del petróleo, es una de las principales causas del cambio climático, y ello se ha dejado sentir y mucho en esta cumbre climática)
Una serie de grandes empresas parecen haber dictado la agenda. El dominio que las grandes corporaciones -como las del carbón y el petróleo- han tenido en los temas a tratar en la Cumbre de Varsovia y en la forma de abordarlos ha alcanzado unas cotas inauditas, tal y como ha señalado Samantha Smith, de WWF «las industrias más contaminantes han proyectado una larga sombra sobre estas conversaciones y los gobiernos ponen sus intereses por delante de los de los ciudadanos. Esto tiene que cambiar, no hay manera de que podamos conseguir un acuerdo firme sobre cambio climático en 2015 hasta que los gobiernos no prioricen las preocupaciones de la gente por delante de los intereses de la industria de los combustibles fósiles».
Lo sucedido en Polonia es muy grave, ya que esta reunión habría sido clave para avanzar de cara a reuniones futuras, como la de Lima en 2014 (a la que las ONGs han anunciado que retornarán) y más aún la de 2015, que tendrá lugar en París y donde deberá firmarse el nuevo tratado mundial sobre cambio climático. Mucho, pues, tendrán que cambiar las cosas ahora para que los jefes de estado acudan entonces con una mayor voluntad política de afrontar en serio el problema, de acuerdo con la evidencia científica existente. Y la cosa , hasta ahora, no pinta nada bien, desde luego.
Sin embargo, en lugar de reforzarse la lucha contra el cambio climático, se ha visto, por ejemplo, como países como Japón han dado pasos atrás en sus compromisos anteriores de reducir emisiones. Australia está eliminando su legislación climática. Canadá ya dio pasos semejantes. Y así otros países, como Brasil, en el que se ha incrementado la tasa de deforestación, cosa que desde luego no ayuda al problema.
En Varsovia un grupo de países encabezados por China e India se dedicó a torpedear las pretensiones globales de reducción de emisiones que defendía la UE. Países en desarrollo han pedido fondos para sufragar los gastos de los daños causados por el cambio climático, mientras otros se han resistido a incrementar esas partidas. Y así con otras cosas. Al final, como en una especie de torre de Babel donde cada uno hablase un lenguaje diferente (el de los diferentes intereses de cada cual) prevaleció el caos, y la reunión hubo de extenderse más días de los previstos. Tampoco ayudó mucho, precisamente, que fuese Polonia, precisamente, por ejercer la presidencia de la cumbre, la que debiera haber mediado para facilitar un acuerdo. Porque, a lo mejor, precisamente a Polonia no le interesaba demasiado que se llegase a ningún acuerdo positivo.
Más allá de lo de Varsovia, aunque con mayor o menor relación, hay otras cuestiones preocupantes que tienen que ver también con el legítimo derecho de los ciudadanos a exigir que se defienda debidamente el equilibrio ecológico de nuestro planeta.
Lamentablemente, el desprecio a los intereses de los ciudadanos que se ha visto en la ciudad polaca, donde se ha tratado con desprecio y cortapisas a los representantes de la sociedad civil y de la Ciencia, va más allá de esta cumbre del clima. Hay señales peores. Algunos gobiernos, en ese sentido, parecen más interesados en avanzar, por ejemplo, en el recorte de derechos y libertades de sus ciudadanos que en recortar las emisiones de los gases que producen el cambio climático. Pareciera no solo que los gobernantes no vayan a hacer nada, sino que algunos países estuviesen más interesados en impedir, siquiera, que nadie proteste por ello o por otras causas ambientales.
Ejemplo notable podría ser Rusia, con su gran voracidad petrolífera sobre el Ártico , que encerró, como si fuesen peligrosos «terroristas» a unos pacíficos activistas de Greenpeace, que se oponían a ello. En España, salvando las distancias, el Gobierno ha anunciado una ley de supuesta «seguridad ciudadana» que podría criminalizar a quienes realizasen protestas pacíficas que no dañan a nadie, haciéndoles pagar multas exorbitadas que hundirían a cualquier organización. Muchas de las pacíficas acciones de Greenpeace, por ejemplo, que nos han servido para cobrar conciencia de muchas cosas (como las ligadas al clima), ya no podrían hacerse, a no ser, claro está, que Greenpeace quisiera arruinarse. Personalmente me preocupa que en lugar de reducir los problemas, algunos gobiernos parezcan empeñados con impedir que la sociedad civil los denuncie, coartando sus libertades con una ley mordaza, anti-protesta. Sin que ni siquiera quepa ya el derecho a la acción pacífica. Sobre todo porque precisamente han sido esos movimientos civiles los que han forzado muchas veces, y no con poco esfuerzo, a cosas que luego los gobiernos (más amigos tantas veces de las grandes empresas que de los ciudadanos) acabasen poniendo en marcha cosas como ciertos acuerdos positivos de la ONU. ¿Es «seguridad ciudadana» acabar con derechos ciudadanos básicos?. Que venga Dios y lo vea. Junto a los retrocesos ambientales, vienen de la mano los retrocesos en libertades (la falta de moral gubernamental que avanza se expresa de múltiples formas). De prosperar más medidas de ese cariz , poco a poco, podríamos acabar convirtiéndonos en algo parecido, Dios no lo quiera, a China, donde se respeta la naturaleza tanto como los derechos humanos.
En el mismo sentido de insensibilidad gubernamental ante los ciertos derechos ciudadanos y de servidumbre respecto de las grandes empresas energéticas, van decisiones como la persecución de la energía solar promovida recientemente por el Gobierno (lo cual, de nuevo, también tiene que ver con el clima). Porque por lo visto a ciertos lobbies eléctricos les molesta que la gente no esté cautiva en manos de determinadas grandes empresas del sector, felices con las formas contaminantes de obtención de energía. No solo se quiere seguir contaminando, sino que además, no se quiere facilitar que nadie pueda ahorrarse nada en el pago de las caprichosas facturas de ésas eléctricas por haber decidido, por ejemplo, instalar unos paneles solares. Lo que está sucediendo es algo, realmente, asombroso.
Y todo ello guarda relación, a cierto nivel, con lo sucedido en Varsovia. Lo que nos jugamos, al fin y al cabo, no es solo el clima. Todo está relacionado.
Carlos de Prada