sábado, noviembre 23, 2024
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Masacre; ven y mira

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De algo hay que hablar, y más en España, con esa prohibición que pesa sobre el silencio. Así pues, se invocó en la previa la maldición nº 45: Germania. Era el Schalke 04; equipo simpático y vociferante que desacralizó Raúl poniéndose un casco de minero y sonriendo para desmayo de los niños. El Veltins, estadio donde se jugaba la partida, es la última de las maravillas de Alemania. Cinco kilómetros de cañerías, llevan cerveza desde unos grandes tanques a las zonas de venta. El césped es movible, el techo retráctil, y todo el estadio se puede convertir en un gigantesco transformer en caso de que tropas extranjeras ataquen la ciudad. Dentro del recinto se ha acuñado moneda propia, y las emociones de los hinchas se agitan al unísono. No hay minuto de silencio. Todos cantan desde siempre en una cinta sin fin, agotadora y absurda.

El primer remate fue para el Schalke. Más que los uys individualizados de la tierra ibérica, se sintió la respiración del estadio subir y bajar. El Madrid estaba algo destemplado en ese principio, sin darse importancia ni dársela al rival, sin coser las jugadas, tanteando el terreno con esa violencia elegante que le da al equipo Xabi cuando está cómodo en el salón de la casa. No hay tensión aparente, excepto en los centrales y Cristiano, traspasado por un rayo desde su nacimiento, y eso le da pocas pistas a los contrarios, que pierden el miedo y no administran la prudencia como deberían. Xabi se retrasó unos metros de la media y ahí no había nadie. Desde ese punto, jugó con los jugadores del Schalke con una crueldad de alta escuela. Desplegó su arsenal sobre la mesa, mientras los alemanes miraban embobados, con Benzemá y Cristiano cruzándose como sombras detrás de sus espaldas.

El Schalke, parecía esponjoso en la estructura, tierno en el ánimo y a la vez animoso en ataque, aprovechando la parcela de Marcelo, con una flecha en la primera bifurcación que avisa de las facilidades. Triangulaban bien los alemanes, pintureros y multiculturales; pero el peligro lo ponía el Real, haciendo llover balones hasta los mensajeros de adelante. El primero le llegó a Cristiano desde Marcelo y el juez pitó fuera de juego. No lo era, pero nadie se mostró intranquilo. Fue tal la facilidad, que todos sabían que la máquina iba producir mil ocasiones como esa. Todo tenía un aire ligero, primaveral, desmintiendo las voluntades metalúrgicas de los encuentros entre el Madrid y alguna superestructura Alemana. Quizás el hecho de que el diapasón del equipo de Carletto sea Benzemá, hace al contrario bajar la guardia. No acaban de intuir su peligro, tan sigiloso se mueve, siempre por las zonas intermedias, con un nombre que no acabó de cuajar en ningún imaginario; ni el terrorífico de los depredadores, ni el cajón acolchado de los estetas. Allí; tan sólo. Ese jugador que fue una cabezonería de Florentino y que sigue sin emanciparse del talento juvenil que fue.  Es Karim, acabarás por no verlo, y eso será lo que te mate.

Bale seguía atado a su banda pero desde el aldabonazo del otro día, ha decidido salir a buscar su destino. Se inventa un regate a lo Laudrup que le limpia el horizonte y lo siguiente que vemos es un taconazo en el borde del área de Cristiano a Benzemá, mordido por un defensa, y a Karim con un balón manso ideal para su lucimiento. Dispara elástico y es un gol a su manera. En la repetición nos damos cuenta del movimiento rapidísimo. Esa falsa lentitud de algunos hombres tímidos. Otra pista mentirosa. 

Los alemanes se encabronan y atacan el lado donde está el payaso. Un centro después, Pepe y Ramos caen como filas de un dominó y al delantero le queda franca la bola para su ejecución en gol. Se pararon los relojes, se anunció la virgen, apareció la paloma, fue un milagro, la luz de la montaña descendió sobre nosotros. Yo que sé. El caso es que Iker volvió a interponerse entre el Madrid y la confusión, parando la pelota con alguna parte de su anatomía. Casillas es un objeto de estudio refractario al método científico. Mejor poner una vela, antes que analizarlo. 

Después de la parada, y más allá del rugir anecdótico de las masas, se sintió el rumor de una estructura que se ata al encuentro de una manera definitiva. Comenzó la era de las combinaciones: más largas, más cortas, fulminantes o vengativas. Y la excesiva indefinición del encuentro pasó a mejor vida. Karim persiguió a un contrario con su trote cansino; el de antes de la caza. Parecía que iba a cubrir el expediente y el contrario se ensimismó. Ocurrió el robo de la pelota,  se la pasó con la cadera a Bale, que recorta a la cámara y al jugador, entra trompicado en el área, con dos rivales mordiéndole los tobillos, pero es galés y aprendió en la Premier y su eterno balón dividido. Dispara pegado al palo y se acabó el partido. 

Todo lo demás es retórica, pero se lo vamos a narrar. ¿Cómo se cuenta la felicidad?

Hoy, con un Modric anestesiado, en el paisaje del encuentro a vuelo rasante, sobresalía la estela de Di María. El argentino empieza a correr desde muy atrás y se va irremisiblemente, con amago, sin amago o tallando una escalera sobre el césped. Más arriba está Marcelo, amplitud fundamental de este equipo, que ha perdido el regate. ¿Qué le pasa en la cadera?

El madrid se agita y acelera sólo cuando la jugada amenaza con decantarse. Es un equipo como un prisma. La luz se fragmenta, se acelera y acaba condensándose en un único punto. Cristiano andaba más gesticulante de lo normal. Se resbalaba y desde el suelo movía sus extremidades como un dibujo animado. No era el centro de la fiesta y los demás habían marcado. Xabi corta con suficiencia una pelota y comienza un contraataque que desliza Di María hasta Cristiano. Bicicleta ortopédica y balón al palo. Cristiano clama al cielo. Di María se va se va,y se la deja franca a Cristiano, contra el portero, por la izquierda. Todo un icono. Se la saca el portero con el pie. Ronaldo amenaza con pinchar el balón. Di María, el rey de los pases interiores, es ahora una llave que no tiene nadie en Europa. 

Cada jugada del Madrid es un peligro. Que acabe o no en gol, depende de las ganas de Benzemá o la puntería de Cristiano. Hay combas perfectas de Marcelo. Disparos a los cielos de Karim. Otro pie del portero que se interpone entre Cristiano y el amor. Di María atropellado saliéndosele la cadena. Un Bale lejano. Y todo eso, conducido por Xabi y silbado por Karim, al que Zidane le ha sacado las tripas. Héroes de la cabilia, el musical.

Los tres atacantes de arriba son autosuficientes. Apenas necesitan una línea de pase y ya se encargan ellos de todo lo demás. En el tercer gol, el balón le llega a Bale y con un regate y una conducción le sobra para espantar a media defensa. Cristiano vuelve a recibir en su lugar sagrado, y bate la bicicleta por tres veces. No es un regate fino, ese. Es esforzado y se nota el trabajo detrás de la ejecución. Sale del regate hacia fuera y la rompe por la mitad. Se cuela el balón en la portería con una curva rara, como siempre que la pega el portugués. Alivio general, Cristiano hace el mamotreto en la celebración, tan quebrado como es él. 

Una media verónica de Ronaldo, habilita a Benzemá que se merienda el portero y es el cuarto. Antes, en el desarrollo de la jugada, vimos en la televisión la diagonal gigante de Cristiano, que comienza lo más lejos posible del final, y va picando por todo el frente del ataque hasta encontrar el espacio vacío o un cliente con quien asociarse. A Marcelo le dan un patadón por intentar un paso de baile delante de un Alemán. En otro detalle, fuera de la trama, ya inexistente, Ramos sale de una melé con la cabeza levantada y el balón controlado;  rompe en dos el campo como un señor y le regala un pase interior a Bale mirando a Camas. Ese faraón con azulejos en el cerebro. Bale, supersónico, se perfila tanto que parece ofrecerse a un amante invisible y deja una definición para el canon.

En la única jugada que consiguen hilar los Alemanes, Huntelaar marca un golazo en una volea por la escuadra. Es un gol de museo, concretamente de arte contemporáneo, por vacío y absurdo. Tuvo contestación por parte madridista. Estaba el aficionado preguntándose sobre la incidencia del recién llegado Isco en el partido, cuando el andaluz, corta una pelota pueril y un Benzemá después, Cristiano encara, dribla y marca sin clemencia.

Con todo el espectáculo deshecho sobre el campo, los hinchas alemanes seguían cantando rigurosamente enfervorizados. Es una ola inofensiva la que rodea el césped, en la que se puede montar cualquiera de los dos equipos. Quizás no hayan acabado de cantar. Y en casa, la mujer, desenchufará el aparato para poder dormir en paz. Estos hinchas germánicos son auténticos electrodomésticos diseñados para no desfallecer. Quien los tuviera.

Ficha técnica

Schalke 04: Fährmann; Höwedes, Matip, Felipe Santana, Kolasinac (Fuchs, m. 76); Neustädter, Boateng (Goretzka, m. 59); Farfán (Obasi, m. 72), Meyer, Draxler; y Huntelaar. 

Real Madrid: Casillas; Carvajal, Pepe, Sergio Ramos, Marcelo; Xabi Alonso (Illarramendi, m. 73), Modric, Di María (Isco, m. 68); Bale (Jesé, m. 80), Cristiano y Benzema. 

Goles: 0-1. M. 13. Benzema. 0-2. M. 21. Bale. 0-3. M. 52. Cristiano. 0-4. M. 57. Benzema. 0-5. M. 69. Bale. 0-6. M. 89. Cristiano. 1-6. M. 91. Huntelaar.

Árbitro: Howard Webb (Reino Unido). Amonestó a Di María, Höwedes y Huntelaar.

60.000 espectadores en el Veltins-Arena.

Ángel del Riego

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