lunes, noviembre 25, 2024
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¿Por qué nos engañan?

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Sin entrar en las sutilezas jurídicas -bastante evidentes por cierto- sobre si el céntimo sanitario era o no un impuesto finalista, lo que cabrea al personal es el engaño, la artimaña, que el Gobierno que lo puso en marcha y los gobiernos que le siguieron y lo mantuvieron pese a las huelgas generales del sector que exigían entre otras cosas la supresión del famoso céntimo, lo hicieran, como ahora confirma el Tribunal Europeo, de mala fe (sic), sabiendo -porque se lo habían advertido en más de una ocasión- que la medida vulneraba la legislación comunitaria. Cabrea eso y cabrea que cuando ahora vienen mal dadas y toca devolver lo cobrado ilegalmente, las autonomías implicadas echen las culpas al Gobierno y el Gobierno trate de salvar la cara y disimular.

Cabrea que la idea en origen degenerara en lo que en seguida degeneró: ni era un céntimo ni se tenía por qué dedicar a la sanidad que es lo que nos habían vendido. Entiendo que para las empresas de transportes fuera una carga excesiva -y así lo dije en su momento- igual que dije que yo, como particular, estaba dispuesto a pagar ese céntimo -sin entrar ni saber si era legal o no- con tal de salvar la calidad de la sanidad pública. Y ya se ha visto que no: ni hemos salvado la sanidad, ni han dedicado lo recaudado a lo que decían, ni el céntimo era solo un céntimo, ni la medida era legal y lo sabían. Nos han engañado todos: el gobierno de Aznar que lo puso en marcha, los de Zapatero que lo mantuvieron, las autonomías -no todas- que lo recaudaron dedicando los millones de euros a lo que les daba la gana y ese pacto de silencio de todos cuando Europa ya había avisado de que la cosa no era legal hasta el punto de llegar ahora a acusar nada menos que de «mala fe» a las administraciones responsables.

Salvar la sanidad mediante la gasolina es un absurdo en sí mismo como se ha visto después de diez años

Pertenecer al club continental tiene muchas ventajas pero también comporta muchas obligaciones y no vale todo: no se puede hacer de la capa europea un sayo nacional porque aquí jugamos todos con las mismas reglas y nos podemos ofender muchísimo por algunas decisiones que nos afectan, pero es lo que hay y no se puede pretender jugar en el Real Madrid pero vestido de azulgrana. Hay normas que se han aprobado por todos y que eran fantásticas cuando el dinero europeo entraba a manos llenas y ahora son malísimas cuando se refieren a los astilleros, al céntimo sanitario o la doctrina Parot. Estas son las reglas del juego y unas veces porque no sabemos explicar bien las cosas y otras porque las hacemos directamente mal, estar en Europa de vez en cuando da disgustos. Demasiados, últimamente, es verdad, pero insisto: habría que reflexionar si cuando vienen mal dadas es porque Bruselas nos tiene manía o más bien porque las cosas que hemos hecho no las hemos hecho bien. Lo de la doctrina Parot fue especialmente doloroso por muchas cosas, pero nos guste o no, se hizo mal. Lo de los astilleros son hechos y no parece que la cosa sea muy defendible y este último estacazo jurídico del céntimo sanitario, estaba avisado, tiene fundamento y degeneró desde el principio para el fin que se había concebido, un fin muy noble pero que nada tenía que ver con los paganos. Salvar la sanidad -y todo lo que se les ocurriera- mediante la gasolina es un absurdo en sí mismo como se ha visto después de diez años.

Andrés Aberasturi

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