España e Italia han pedido a la Unión Europea que se moje en el asunto de la inmigración procedente de África porque es «un problema europeo». Y tienen razón porque quienes entran por Lampedusa, Ceuta y Melilla, buscan llegar a Europa y quedarse. También los que mueren en las aguas de Lampedusa o de Ceuta a pocos metros de la meta. Así que hay razones para pedir a Europa no sólo que busque soluciones conjuntas para afrontar un problema europeo y no sólo español o italiano; también para que dialogue con los países de los que proceden esos inmigrantes y busque respuestas justas y conjuntas a esos problemas.
Pero igual que exigen esta implicación europea debían cumplir lo que Europa les pide. Cuando España o Italia devuelven a los inmigrantes por la puerta de atrás, sin atender sus derechos, o ponen concertinas en unas verjas cada vez más altas y largas o castigan duramente a quienes auxilien a los inmigrantes, aunque estén en peligro inminente de muerte -esa norma ha regido en Italia hasta después de la gran catástrofe de Lampedusa- «necesitan» ayuda. Cuando el Parlamento Europeo, apenas hace un mes y medio, denuncia que los países europeos están vendiendo la nacionalidad propia a cualquiera a cambio de dinero, miran para otro lado. Que entren inmigrantes irregulares, explotados por las mafias, con la necesidad de salir de la miseria es un problema europeo. Vender la nacionalidad europea a cualquiera, también a delincuentes o narcotraficantes, sin exigir siquiera el requisito de residencia -cuando se otorga a alguien la nacionalidad española, italiana, británica o alemana lo que se le da es la libertad para establecerse y circular por toda Europa, para votar o para recibir asistencia en las Embajadas nacionales- es una vergüenza.
En Chipre hay que invertir cinco millones de euros en inmuebles, pero en España o Portugal basta con comprar un piso de 500.000 euros; en Irlanda, la misma cantidad, más otros 500.000 euros en deuda pública; en Letonia basta con una inversión de entre 70.000 y 140.000 euros, más colocar otros 280.000 euros en un banco; en Malta, si se pagan 650.000 euros, los familiares pueden beneficiarse de la nacionalidad pagando sólo entre 18.000 y 50.000 euros. En Inglaterra, se abre una puja que parte de un millón de libras y que concede cien visados anuales… También Estados Unidos o Canadá hacen negocio con la concesión de nacionalidades… Incluso hay algún embajador español que, literalmente, vende visados a 2.900 euros.
Así que somos europeos para los que nos interesa y nos quejamos de Europa cuando no nos viene bien. Y eso que dice el artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de que «todos los hombres nacemos iguales en dignidad y derechos», sólo es verdad si tenemos, al menos, medio millón de euros para colocarlos en otro país, democrático y respetuoso con los derechos humanos. Quien obtiene la nacionalidad a cambio de dinero circula libremente por Europa. Muchos sin papeles no se atreven a salir a la calle. Cuestión de dinero.
Francisco Muro de Iscar