sábado, noviembre 23, 2024
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Amarga memoria del 11-M

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El décimo aniversario de los brutales atentados del 11 de marzo de 2004 se nos ha echado encima con una novedad. Me refiero a la marcha atrás de los escribanos de la «verdad» subversiva frente a la verdad judicial. Bienvenidas las rectificaciones de quienes se han pasado diez años buscando al «mister X» de la masacre en base a las más peregrinas y las más venenosas teorías. A la espera de que también rectifiquen los dirigentes del PP que echaron de menos esa precisión en los pronunciamientos de la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, hasta el punto de haber utilizado la falta de «autor intelectual» en la sentencia del 11-M como excusa para alimentar la reyerta política al precio de seguir cuestionando la verdad judicial.

La invención de un mister «X» que habita entre nosotros, «no en remotos desiertos ni en lejanas montañas», es la doctrina Aznar en estado puro. Algo más elaborada resultó en las opiniones de ciertos comunicadores, que fueron por el mismo camino, aunque con más precisión: «Cada vez hay más indicios de que el 11-M se gestó desde los aparatos del Estado» (diario El Mundo, página 14, 27 agosto 2005). Cosas así se dijeron y se escribieron cuando el 11-M se quedó judicialmente sin «autores intelectuales». Fue un regalo de la sentencia a los agitadores de la llamada teoría de la conspiración. Los que ahora empiezan a rectificar. Bienvenidas sean las rectificaciones. Pero conviene no perder la memoria de tanto caldo de cerebro al servicio de tesis tan bárbaras como aquella que se deslizaba en un editorial sobre «la constatación de que personas muy próximas al PSOE estaban controlando a los individuos que terminaron cometiendo los atentados» (El Mundo, 22 de marzo de 2005).

Aznar y sus colaboradores se empeñaron en mantener la sospecha de que ETA estaba detrás del atentado

Viene a cuento remover los recuerdos de aquella infernal carambola de sangre y urnas en el calendario del mes de marzo del año 2004. Rehenes de su propia ansiedad por el riesgo de perder las elecciones, Aznar y sus colaboradores se empeñaron en mantener la inicial sospecha de que ETA estaba detrás del atentado. Aunque el paso de las horas reventó la teoría, el entonces presidente del Gobierno cometió el error de mantenerla contra toda evidencia. Nunca ha querido reconocerlo. Eso marcó el camino de los conspiranoicos en la búsqueda de un mister X de cercanías.

Diez años después, toca honrar la memoria de las víctimas y, si acaso, sentir vergüenza por la politización de la tragedia. Sabemos mucho más de las teorías sobre el atentado que de los dramas humanos abiertos en las familias afectadas. A éstas les ha faltado calor humano, solidaridad, cariño, respeto. Y les han sobrado quinielas sobre los autores, la composición de los explosivos o los agujeros de la investigación policial. De modo que la mejor conmemoración del décimo aniversario de la masacre sea la de quedarse en el testimonio de solidaridad con las víctimas, la eficacia policial en las horas y los días siguientes al atentado y el funcionamiento del Estado de Derecho.

Antonio Casado

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