Madre mía, la que se está armando en Madrid. La de Madrid suele ser la madre de todas las batallas electorales. Llevo muchos años de mirón de la cosa política, y he comprobado que todos los partidos, casi sin excepción, están aquejados de una calidad profesional en la capital, digamos que algo más cuestionable que la media nacional, lo que ya es decir. Por eso, las batallas que se juegan en el tablero político con escenario en la Villa y Corte y en la Comunidad de su entorno suelen ser más broncas, más inexplicables, que en comunidades más pacíficas, si es que el término 'pacífico' puede emplearse en esta España desbocada, y despeñada tantas veces hacia la insensatez.
Ya sé, ya sé, que, teóricamente, la mayor insensatez se centra en el conflicto catalán. Pues ¿no se le ocurre a alguien equiparar el referéndum en Crimea con el que prepara Artur Mas? Pero lo de Madrid es otra cosa: puñaladas de pícaro por doquier, componendas, ciertas corruptelas -menores, sí, que en alguna otra parte-, malas artes y peor talante suele ser la tónica del discurrir de la vida política a escala madrileña, que es vida política que va paralela a la nacional, muchas veces sin tocarse ni mancharse mutuamente. Ahí tenemos, por ejemplo, esas elecciones del próximo lunes para la presidencia de la Confederación empresarial madrileña, la CEIM, que más parecerían, por el ruido que están haciendo, unas primarias en los Estados Unidos que un relevo, o una confirmación, al frente de la patronal en una región, por muy importante económicamente que esta región sea.
Se pone sobre el tablero quién podría ser el candidato del PP a la presidencia de la Comunidad y hasta quién podría serlo para la Alcaldía
Porque ¿qué es lo que hay tras estas aparentemente inocuas elecciones en la organización empresarial madrileña? No se trata solamente de un primer paso hacia el relevo en la patronal nacional, la CEOE, donde la cabeza de Rosell pende, dicen, de un hilo. Es algo más. En el fondo, está en juego una enorme operación política, por cierto de no muy altos vuelos, en la que se pone sobre el tablero quién podría ser el candidato del Partido Popular a la presidencia de la Comunidad y hasta quién podría serlo para la Alcaldía, porque, en estos momentos, y por razones diversas, nadie apuesta un solo euro por la permanencia al frente de las listas de los titulares actuales, Ignacio González y Ana Botella, respectivamente. Y ahí están, como aguardando una oportunidad, figuras tan señaladas en el partido gobernante como la ex presidenta de la CAM Esperanza Aguirre, persona, como todo el mundo sabe, no demasiado bien vista en su partido, al menos en los estamentos directivos de su partido. ¿Va a presentarse Aguirre, irrumpiendo de golpe en los planes 'digitales' de La Moncloa y de la sede de Génova?
Solamente unas primarias, como la propia Aguirre está pidiendo, aclararían un panorama de juegos subterráneos en el pantanoso terreno político madrileño, que es, si usted quiere, una caricatura de lo que está ocurriendo en otras comunidades, pero una mala caricatura. Pero esa hipótesis no parece estar demasiado presente en el seno del partido que gobierna a los españoles. Y, en el PSOE, donde sí se contemplan, con cierta desorganización, pero al menos se contemplan, esas primarias, el panorama a escala madrileña no va mucho más allá. Tomás Gómez, hasta ahora el único candidato a encabezar la lista socialista para presidir la Comunidad, es una figura cuyo peso específico se desinfla gracias a sus propios errores y a una política de comunicación por lo menos deficiente. En cuanto al Ayuntamiento, tres personas de calibre no demasiado grueso 'suenan' hasta ahora para competir en unas primarias el otoño que viene. En este marco, ¿a quién le extraña que militantes de terceras formaciones puedan irrumpir en el enrarecido panorama, tan local, tan garrulo, madrileño?
Tomás Gómez es una figura cuyo peso específico se desinfla gracias a sus propios errores y a una política de comunicación por lo menos deficiente
Nada de personalidades descollantes, excluida, claro está, la imprevisible 'lideresa' Aguirre, que prestó siempre su apoyo, y volvamos al comienzo, a uno de los candidatos en la lucha por la CEIM, Arturo Fernández, contra quien se estrellan estos días acusaciones de todo tipo, fundamentadas o no, mientras el otro candidato, que quiere desalojar al hostelero Fernández del cargo, Hilario Alfaro, quiere poner en cuestión el propio engranaje electoral.
Mal comienzo para esta madre de todas las batallas electorales que se avecinan de aquí hasta ese 20 de noviembre de 2015, que es cuando se conmemorará, por si algo faltaba para avisarnos de que entramos en una nueva era, nada menos que el 40 aniversario de la muerte de Franco y, por tanto, de la asunción del Rey al trono. Menudos meses nos esperan; ojo a lo que ocurre en la capital, que es todo un síntoma de la decadencia.
Fernando Jáuregui