martes, noviembre 26, 2024
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Crimea: el peso de los hechos y el derecho internacional

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En Ucrania un gobierno elegido democráticamente pero corrupto cae y lo sustituye un gobierno de facto. El nuevo gobierno no es reconocido por Rusia pero si por otros actores relevantes de la escena internacional, en particular Estados Unidos y la Unión Europea. El parlamento de Crimea aprueba la independencia y un referéndum que no es reconocido por el nuevo gobierno de facto de Ucrania pero sí por Rusia. Se celebra el referéndum sin garantías y en un territorio ocupado y la mayoría de los votantes optan por la integración en Rusia. La población ha manifestado su voluntad mayoritaria. El referéndum no es reconocido por la mayoría de la comunidad internacional. En menos de veinticuatro horas se confirma la independencia de un nuevo Estado y este firma un tratado de integración con Rusia ante la mirada incrédula de la comunidad internacional.

¿Tiene Crimea, independizada tras un referéndum ilegal, derecho a celebrar un tratado por el que se integra en un tercer Estado perdiendo su supuesta subjetividad internacional? La previa independencia de Crimea es una situación de facto tampoco reconocida por la comunidad internacional. Ese sedicente tratado de integración entre Rusia y Crimea ¿es nulo (o inexistente) por falta de capacidad para celebrar tratados o su validez depende de una aceptación por parte de Ucrania tras su reconocimiento de Crimea como Estado independiente? Lo más lógico sería que está transferencia de territorio fuera sancionada por un tratado entre Ucrania, que es el sujeto internacional afectado, y Rusia, que es el sujeto internacional beneficiado con la nueva adquisición territorial. Con las contraprestaciones debidas. Mientras tanto, por mucho que pesen los hechos, se trata de una anexión que seguirá en contravención del Derecho internacional. Seguiremos estando en esa nebulosa de las situaciones políticas en transición a la espera de una consolidación que tranquilize nuestras conciencias  jurídicas.

Y luego está el tema de las sanciones, ridículas en comparación con el agravio que supone una quiebra semejante de la integridad territorial de un Estado. Es verdad que se ha de evitar causar daño a la misma Ucrania que se dice defender. Pero en vez de sanciones inteligentes, llamadas así por ir dirigidas directamente contra los responsables de las conductas políticas que se quieren sancionar, deberían llamarse sanciones tontas, útiles para dar a entender al mundo que no nos quedamos con los brazos cruzados ante esta surrealista pantomima del Derecho internacional “líquido”. Pero estas sanciones son completamente ineficaces para conseguir el efecto de disuadir a Rusia de lograr sus objetivos mediante el uso de la fuerza militar, política y discursiva. Por desgracia para Ucrania no está la economía europea para bromas. Se ha escenificado finalmente la firma de la parte política del acuerdo –esta vez sí, un tratado en toda regla- de asociación entre Ucrania y la Unión Europea: despues de la batalla de Crimea viene la de (el resto de) Ucrania.

Julio Vives

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