¿Qué es lo que ha llevado a miles de personas a hacer colas de hasta cuatro horas para dar el último adiós a Adolfo Suárez? Yo diría que la despedida ciudadana al primer presidente de la democracia ha tenido algo de catarsis. Es como si la sociedad además de rendir homenaje a un hombre que ha entrado en la Historia por la puerta grande, quisiera recuperar algunas de las cosas que hicieron posible la Transición. Por ejemplo el consenso liderado por Adolfo Suárez para que los grandes desafíos a los que se enfrentaba nuestro país fueran abordados conjuntamente por partidos y ciudadanos.
En estos tiempos de crisis, en que a tantas y tantas miles de familias les han arrebatado el presente viven con la angustia de no tener futuro, es evidente que los ciudadanos añoran los tiempos en que todos arrimaban el hombro para afrontar los problemas, dejando intereses partidistas aparcados.
Creo también que la sociedad necesita héroes, mitos que alumbren la oscuridad, y con la muerte de Adolfo Suárez se ha venido a recordar la grandeza y el coraje de un hombre que supo nada menos que pilotar la Transición de la Dictadura a la Democracia y que para conseguirlo incluso se sacrifico a sí mismo.
La muerte de Suárez nos viene a recordar que lo mejor que hemos hecho los españoles en las últimas décadas ha sido precisamente la Transición
Pero Suárez además de nostalgia nos deja un legado importante. Nos ha dejado una manera de hacer y entender la política en la que el valor principal es la capacidad de consensuar, de escuchar al otro, de llegar a acuerdos. Y también una enorme fe en la capacidad de la sociedad, de los ciudadanos para ser protagonistas de su futuro.
Ahora que hay tanta gente que quiere revisar la Transición y que la critican diciendo que se hicieron las cosas mal y que quedaron asuntos pendientes, la muerte de Adolfo Suárez nos viene a recordar que seguramente lo mejor que hemos hecho los españoles en las últimas décadas ha sido precisamente la Transición. Y sí, aquello fue un pacto entre el pasado y el futuro, una decisión madura y solemne de no dar rienda suelta al ajuste de cuentas, de encarar el futuro entre todos, entre los vencedores y los vencidos de la Guerra Civil, entre la izquierda y la derecha, entre la sociedad entera. Y no es verdad que todo eso se hizo por miedo, sino por convencimiento de que era lo mejor, el único camino para superar los fantasmas del pasado, para no enfangarnos los unos contra los otros.
Sí, estos son días para recordar aquellos días e ir analizando con la perspectiva que nos deja el paso del tiempo la obra impresionante de un hombre de coraje personal y político que supo sacar en un momento dado lo mejor de sus conciudadanos y pilotar una travesía que se antojaba casi imposible como era pasar de un régimen dictatorial a una democracia plena.
Ese es el legado de Adolfo Suárez, un legado que según pase el tiempo iremos comprendiendo mejor y poniéndolo más y más en valor.
Julia Navarro