¡Ya no puedo más! No puedo vivir en semejante estado de ansiedad. No puedo con esta zozobra de noticias que van más allá de lo cotidiano.
Y que yo recuerde, “mi sin vivir” se inició con la lesión de Ronaldo. Fue cuando en los bares se empezaron a configurar ágoras para porfiar sobre si tuvo que parar su esfuerzo en algún partido intrascendente. No pasaron ni dos días y se anunció que la estrella portuguesa tenía “no sé qué” de fibras estropeadas. Más dolor, más convulsión. La sociedad civil empezó a dar muestras de sorpresa, resignación más tarde y miedo al cierre.
Pero la cosa no quedó ahí.
El Atlético eliminó al Barcelona y la calle se detuvo. Las tiendas ubicadas en Cataluña cambiaron todos los letreros que restan en castellano por un catalán “cabreao”. Y en Madrid, los de la Casa Blanca no sabían si lanzar pétalos al ardor guerrero rojiblanco o mofarse de Alves haciendo el Pinto. Y yo seguía “sin vivir en mí” con mayor intensidad. Hasta la alcaldesa de renombre se apuntó al futbol, feliz por tener equipos de la ciudad en el bombo.
Fue viernes y las televisiones, radios y redes nos lanzaron los contrincantes europeos de Madrid y Atlético. Seguro que ustedes lo vivieron y conocieron, amantes o no del deporte rey. Era tanta la notoriedad, que hasta los niños pedían en los colegios que Mou y Guardiola fueran añadidos a la lista de los reyes godos.
Ya no podía más. ¿Y usted? Seguro que ya empezaba a “vivir sin vivir”.
Y así, entre pasión y conmoción, pasamos un fin de semana que nos dejó el relato de inicio de Neymar y Messi, con la consiguiente tristeza millonaria de este argentino, pobre; la “raja” de Diego Costa que, a mí particularmente, me puso los dídimos en la garganta; y la continuada ágora por saber si quien manda en el Madrid es CR7, al mejor estilo de La Pulga en Barcelona.
¡Sufro por mi alma metida en semejantes torturas futboleras! Seguro que como ustedes. ¿Pues quién es el osado que no habló del balompié en estos días?
Ya lo dijo Santa Teresa de Ávila: “¡Ay, qué larga es esta vida! ¡Qué duros estos destierros, esta cárcel, estos hierros en que el alma está metida!”.
Y que lo diga.
Y todavía nos queda la final de Copa. Sin que Ronaldo pueda jugar por abusón; con Messi triste y solo, como dice nuestro cancionero, por no sumar ceros a su estratosférico contrato; y, con ustedes y yo, más que cansados y confusos con tanto fútbol ajeno a la pelota. Y un poco más allá todavía resta el final de Liga, las semifinales de la Champions, la final, el Mundial….
España no podrá con todo. La gente no conseguirá conciliar el sueño y yo moriré de tanta tensión y agobio. Aunque bueno, yo, como Sor Teresa: “Me muero porque no muero”.
JA Ovies