viernes, septiembre 20, 2024
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Y el cuchillo más caro de la historia vale…

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Sí, lo reconozco. Me encantan los muffins. Y, además de estas deliciosas magdalenas y de los comentarios que ni vienen a cuento ni importan a nadie, también me encantan los macguffin. Ya saben, ese maravilloso elemento acuñado por Hitchcock que permite avanzar una trama pero que no tiene mayor relevancia para la misma. Como dijo en su día el maestro del suspense (o como Wikipedia dice que dijo en su día): “En las historias de rufianes siempre es un collar y en las historias de espías siempre son los documentos”.

Pero como tampoco soy quién para dar clases de cine o periodismo, no me tiraré más el pisto y responderé al tema que da pie a este artículo y que seguramente les haya motivado a entra en él: el precio del cuchillo más caro de la historia. O quizás no. Podría meter en el horno el que parece ser mi mcguffin y, enlazando así con la chorrada pastelera del principio, dejaros con la intriga mientras doy un aburrido mitin sobre lo que opino de que alguien se gaste 23.850 dólares en un juego mientras aquí la gente se mata por encontrar un curro de mierda en el que le paguen a uno 800 euros al mes por 10 horas de trabajo diarias. Vaya por Dios, ya se me han escapado el precio y la demagogia. Disculpen ustedes.

Así es. 23.850 dólares. 16.262 euros para los menos cosmopolitas y 2.872.155 pesetas para nuestros lectores más añejos. Ese es el precio del que posiblemente sea el cuchillo más caro de la historia. Y no. Cabe avisar a los más cinéfilos de que no pertenece ni a Jason, ni a Michael Myers, ni a Cocodrilo Dundee, ni a Chucky, ni a Ghostface, ni a Hannibal Lecter. Pertenece a un videojuego, por lo que la lista de personajes es especialmente acertada al ser los videojuegos el origen de todo asesino o psicópata. No me culpen a mí de semejante afirmación, es la que ha hecho y venido repitiendo una y otra vez en los últimos años un elemento que nunca miente como es la televisión. Concretamente proviene de la última versión del aclamado shooter multijugador desarrollado por Valve, de 'Counter Strike: Global Offensive'. Y se trata tan solo de un objeto virtual. De un skin, o lo que es lo mismo, de una apariencia distinta para “vestir” los cuchillos que portan los personajes del juego y diferenciarnos así de otros jugadores.

Ni siquiera se trata de un flamante y práctico abrelatas con el que impresionar a los amigos por nuestro cumpleaños. Es un mero camuflaje de color sangre con el que hacer que nuestro soldado sea el más cool y fashion del campo de batalla. Aunque lo que para algunos es un primer paso para que las tropas de Counter suban a una pasarela en la Semana de la moda, para otros es un excelente modo de hacer algo de márketing al protagonizar la chorrinoticia videojueguil de la semana, y para otros un excelente método de blanquear dinero.

 “Si me hubiera gastado ese dinero en un bolso o unas llantas seguro que no le parecería mal a nadie, pero como estamos acostumbrados a que las cosas que hay internet nos salgan siempre gratis, pues se hace raro”, decía el afortunado y visionario comprador de tan suculenta ganga en unas declaraciones en exclusiva para Estrella Digital. “No tengo intención de comprar mucho más, aunque no le haría ascos a un cuchillo de color burdeos”.

Que cada uno con su dinero hace lo que le da la gana es una obviedad tan monumental que hasta da vergüenza siquiera mencionarla. Pero de igual modo cada uno tiene derecho a considerar si determinadas actitudes le parecen normales o no y a opinar lo que quiera. Habrá quien piense que considerar de sentido común dejarse cifras de dinero tan significativas en un juego es no estar en su sano juicio, y habrá quien crea que se trata de capitalismo puro y duro y que pagar por esa cantidad está bien, al haber alguien que pueda y quiera hacerlo.

En el caso del que aquí escribe, me da igual si la persona detrás de la transacción pertenece al proletariado o si se trata de un muchimillonario, como diría Homer Simpson. En el primero de los casos creería indigna de tener un plato encima de la mesa a esa persona o simplemente idiota y, en el segundo, sencillamente me suena inmoral. Hay que darle a las cosas el valor real que tienen porque de lo contrario estaremos construyendo un mundo de locos. Pero, ¿quién soy yo para tachar de idiotas a otras personas basándome en qué gastan sus ahorros? ¿Quién me he creído para dar clases de ética? Yo, que juego a videojuegos y… un momento, ¿esto no iba sobre videojuegos?

David Arroyo

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