sábado, noviembre 23, 2024
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El compromiso de Elena Poniatowska con las clases más desfavorecidas

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Quiero suponer, solo suponer, que tanto el presidente del Gobierno como el ministro de Cultura sentirían un pellizco de incomodidad en la boca del estómago al escuchar la encendida defensa que Elena Poniatowska, la flamante Premio Cervantes, hizo de los perdedores, de las mujeres y de los más desfavorecidos de América Latina pero también de España, donde si no eres emprendedor de éxito, abogado del Estado, Consejero Delegado de una empresa del Ibex, o militante de elite del partido en el Gobierno, pintas menos que nada. De ahí la cara de sorpresa de los nuestros políticos viendo como esa pequeña gran mujer les decía en la cara y con todo respeto lo que tantos miles, millones de españoles, no se atreven a hacer por miedo a que su situación de desamparo total pueda tornarse aún peor si tienen la mala suerte de ser confundidos con algún alborotador de esos que aparecen en las manifestaciones, que nadie sabe de donde han salido ni a quién representan.

Situaciones que hasta ahora han permitido al ministro del Interior acallar el descontento de quienes ven como su vida ha dado un vuelco total debido a los recortes, al paro, hasta quedar excluidos del sistema. Ese Estado del Bienestar del que tan orgullosos nos sentíamos hasta hace tan solo un par de años, y que tiene trazas de desaparecer por obra y gracia de quienes se han apresurado a cumplir lo que les dictaban desde Alemania o Bruselas, sin pensar en las consecuencias tan dañinas y demoledoras que esas medidas iban a tener para una parte importante de la población. Personas a la que no tardando muchos días tendrán que pedir su voto para seguir ejecutando políticas que en vez de ayudarles lo que hacen es empujarles más y más hacía la miseria y el abismo.

Por eso es tan importante resaltar el posicionamiento de la  periodista y escritora mexicana, quien dio toda una lección de coherencia, de solidaridad, de sensibilidad, al hacerse eco de los graves problemas que aquejan hoy a Europa pero también a México. Un país al que llego de la mano de su madre, que la acogió sin preguntarle de donde venía ni a donde iba, y en cuyas calles aprendió a hablar un castellano que en sus labios tiene la fuerza y la musicalidad que aquí se ha perdido, por más que a muchos se les llena la boca diciendo lo contrario. Un castellano que en nuestro país algunos desprecian y que sin embargo es la lengua que nos permite comunicarnos con millones de ciudadanos de medio mundo, y que debemos defender con la misma pasión que lo han hecho grandes escritores como Rubén Darío, García Márquez o la propia Poniatowska.

Rosa Villacastín

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