Hemos conocido en estos días a través de los medios de comunicación que la Generalitat de Cataluña en su afán de presentar a España como un estado opresor y belicista contra el pueblo catalán, falseó un grabado de finales del siglo XVII coloreando con los colores rojo y gualdo de la actual bandera nacional a varios buques que se encontraban en el puerto de Barcelona y que disparaban sus cañones supuestamente contra el puerto de dicha ciudad.
Los originales de esos grabados demuestran que las banderas están en blanco y negro, y que versiones posteriores coloreadas tienen esas enseñas los tintes blanco, azul, y rojo, propios de la bandera de los Países Bajos.
Todo es tan burdo y son tan manipuladores en el nacionalismo separatista catalán que en su tergiversación de la historia ni se ruborizan al colocar una bandera española que en aquellos años de la creación del grabado no existía, ya que los buques de la armada española cambiaron del pabellón blanco al rojigualdo a finales del siglo dieciocho.
El nacionalismo con sus mentiras y falsedades intentan y logran en muchas ocasiones amedrentar a gran parte de la sociedad
El nacionalismo en nuestro país siempre se mueve en los mismos términos, en el difama que algo queda, junto a la manipulación de la historia, de la geografía, o de la cultura siempre con el fin de distorsionar la realidad e intentar colocar a España como el opresor, el tirano y el colonizador para tapar las falsedades, fracasos y los complejos de los nacionalistas separatistas catalanes y vascos.
En ese cúmulo de falsedades nacionalistas he visto con mis propios ojos cómo libros de texto en centros de educación del País Vasco explicaban la historia de «su país Euskal Herria», anexionando en mapas de la comunidad autónoma vasca, a Navarra y a varias provincias francesas, y con textos en los que narraban que la nación de Euskal Herria colindaba al norte con el Mar Cantábrico y con Francia, y al sur con el estado español, e incluso negando en esa ocasión, como siempre, la palabra España.
Demostrando todo ello el acierto de la reforma del ministro Wert en la necesidad de textos escolares uniformes en nuestro país en determinadas materias, además de la necesidad que la alta inspección educativa del Ministerio de Educación se pasee más por aulas y centros vascos y catalanes analizando textos y formas de impartir clases de cierto profesorado
Y todo esto de esconder la palabra España, me hace recordar la ridiculez a la que pueden llegar los nacionalistas en el uso de las palabras y en sus transmisiones mediáticas, ya que desde una radio oficial del nacionalismo vasco, utilizando sus doctrinas del lenguaje, llegaron a dar la noticia que en la localidad vizcaína de Portugalete se celebraría el anual torneo veraniego de waterpolo con la participación de las selecciones de Italia, Serbia, Alemania y el estado español. No me lo contó nadie, lo oí con mis propios oídos.
La obsesión nacionalista para que desaparezca la palabra España en el País Vasco, como vemos y escuchamos, no tiene parangón.
La «evangelización» nacionalista se parapeta en la humillación del que no piensa igual
Pero el adoctrinamiento nacionalista y sus manipulaciones no olvidemos que se extiende a todas las áreas de la sociedad en la que se mueven, por poner otro ejemplo hace algunos años un colectivo proetarra, según ellos en defensa de la lengua vasca, embardunaba las calles del País Vasco con carteles donde aparecían la figura de un niño y una niña en edad escolar, pues bien, junto a la foto de la niña escribían los de este colectivo proetarra, que era una niña que se iba a educar íntegramente en el modelo de euskera, y apostillaban, será una niña con futuro, mientras que junto a la foto del niño escribían, estudiará en un modelo en castellano… Por lo que será un analfabeto el día de mañana. Sin comentarios.
El nacionalismo con sus mentiras y falsedades intentan y logran en muchas ocasiones amedrentar a gran parte de la sociedad, y muchas personas piensan que la mejor manera para no quedar desprotegidos y estar arropados es seguir las consignas nacionalistas.
Como hemos visto, la «evangelización» nacionalista se parapeta en la humillación del que no piensa igual y de la grosera falsedad histórica y geográfica, con argumentos que a veces rayan lo grotesco, lo absurdo y lo indecente, demostrando que el nacionalismo es una gran estafa que timan y engañan a su gente.
Por todo ello no hay mejor manera de desenmascarar a los nacionalistas que dejarles hablar para que contemplemos hasta qué punto son capaces de hundirse en sus propias contradicciones y complejos. Principio del formulario
Carlos Iturgaiz