España sigue siendo diferente. Somos el único país del mundo con un himno nacional -la Marcha Real, antigua Marcha de Granaderos- que por no tener letra no se puede cantar. Por eso, en las ocasiones en las que hay algo colectivo que celebrar, el personal toma un atajo y se acuerda del popular «¡Qué viva España!» del entrañable Manolo Escobar. O eso, o se conforma con tararear la música.
Ocasiones hubo, incluso, que el fervor de un momento de emoción llevó a un grupos de españoles a entonar las estrofas del «Asturias patria querida». Recuerdo que ocurrió en Bruselas, a mediados de los ochenta del siglo pasado, cuando España fue admitida en la entonces llamada Comunidad Económica Europea. Aquél día, un eufórico grupos de políticos y periodistas dieron la nota -en el mejor sentido de la expresión-, cantando por las calles de la, por lo general, triste y levítica capital belga.
Los fastos del Mundial de Fútbol tras la victoria de la «Roja» en Suráfrica abrieron cien y un verbenas que volvieron a Manolo Escobar. Son las ocasiones en las que lo que nos une -nada menos que quinientos años de Historia- busca cauce en las canciones y su música. Es entonces cuando se echa en falta una canción. Desde luego, se echa en falta una letra vibrante como la de «La Marsellesa».
Es tan evidente esa ausencia que todos los intentos para crearla, han fracasado. Desde Eduardo Marquina a Pemán, pasando por Juaristi ,Luis Alberto de Cuenca y también Sabina, son muchos los que han compuesto letras pero ninguna logró cuajar en el sentir popular.
La Marcha Real, sigue, pues, huérfana de letra que llevarse a la garganta para rubricar los momentos colectivos atravesados por la emoción… o el ¡cabreo! Caso ,visto estos días en Barcelona cuando un centón de «Mossos d'Esquadra», la policía autonómica catalana, le calentaron las orejas al «president» Artur Mas cantándole un «¡Qué viva España!» que le debió sentar como patada en barretina vista la deriva política en la que quiere embarcar a los ciudadanos de Cataluña.
Cada vez que lo colectivo encuentra surco, ya sea en el ámbito de la política o en el del deporte, la gente expresa sus emociones en voz alta y acaba entonando una canción. Es curioso que en el ámbito tradicional regional -las ahora comunidades autónomas- casi todas tienen himno con letra o canciones locales propias que hacen de himno -Asturias, Cataluña, País Vasco, Andalucía, Valencia…-, y en cambio, el conjunto: este país al que seguimos llamando España, no. Seguimos siendo diferentes. Está claro que nos falta una canción.
Fermín Bocos