Oficialmente todavía no estamos en campaña electoral. Sin embargo, la sensación dominante es que los candidatos de los principales partidos -los que copan los espacios de la televisión y las portadas de los periódicos-, ya han dicho todo lo que tenían que decir. Hasta ahora todo suena a cosa vista, repetida, cansina. Ni siquiera el anuncio de futuros debates (la organización por cuenta de la Academia de TV lo único que garantiza es el encorsetamiento), parece un revulsivo para animar un proceso que nace marcado por la lejanía del Parlamento Europeo y el alejamiento de gran parte de los españoles de la política que se cuece en Bruselas. Sabemos, sí, que es allí donde se deciden cosas que luego nos afectan -todavía está en el aire la desagradable estela de los «hombres de negro»-, pero a la postre todo lo que viene de allí se ve como algo distante. De hecho, está tan extendida como fundada la idea de que gane quien gane las elecciones (conservadores del PP o socialdemócratas del PSOE), nada esencial va a cambiar en la política de la Unión Europea visto que quien corta el bacalao es la señora Merkel y en Berlín hay un gobierno de coalición entre conservadores y socialdemócratas defendiendo parecidos intereses.
Hay más opciones en liza, están los partidos que se sitúan en la derecha extrema (singularmente el francés Frente Nacional de Marine Le Pen y sus aliados xenófobos y antieuropeístas holandeses y británicos), y está la izquierda que lidera el joven ingeniero griego Alexis Tsipras, pero al decir de las encuestas, la batalla principal, la que decidirá el signo de la contienda, es la que enfrenta a populares y socialistas. En su traslación a España será la pugna entre Miguel Arias Cañete y Elena Valenciano. Aquí, en los mítines y si se produce el milagro de algún debate sin corsés ni tiempos pactados, se pelearán con ganas, pero, a la postre, gane quien gane, en la política que se decide en Bruselas el peso de España seguirá siendo modesto.
La gente lo sabe y por eso las encuestas apuntan que el próximo día 25 de mayo la abstención será muy elevada. Los sondeos también reseñan el creciente desencanto de los ciudadanos respecto de los políticos. El personal es muy crítico. Razones no faltan. Se les ve (a los políticos), como miembros de una casta centrada en consolidar sus posiciones e intereses de poder y -más allá de las proclamas retóricas-, muy alejada de las preocupaciones reales de la gente. De ahí la gran desafección que reflejan las encuestas. Creo que el grueso de la gente pasa de estas elecciones. Pasa de Europa. Sus prioridades son otras. En muchos casos, la verdadera lucha, la épica de la situación, pasa por intentar llegar a fin de mes.
Julia Navarro