Se jugaba en un campo que era una extensión de la estepa castellana. No había trigo, pero sí una hierba alta y rala que tapaba un suelo duro y pedregoso, hecho para el balón dividido y la patada a seguir. Especialidades que en el Madrid sólo entienden Xabi, Khedira y Cristiano. Xabi consiguió cambiar el discurso del partido durante medio tiempo, antes de que su recular metiera al madrid en la zona del miedo; Cristiano salió en estampida y fue matando pucelanos montado en su caballo loco, hasta que notó un pinchazo en el muslo y se fue ante el pesar general. Y Khedira no está. El dueño de la segunda jugada y el que junta los trozos que los demás se afanan en separar; no está. Y así se perdió una liga.
El Valladolid pareció salir al campo con el partido empezado. Atacó frenéticamente durante 10 minutos ante un Madrid que contemplaba la noche de Castilla con cara de pasmado. El Real soldó zonas interiores y consiguió atar a los jugadores de banda pucelanos y cesó la sangría; mientras tanto, Cristiano se lesionaba y Morata saltaba animoso al campo, convirtiendo el resto del partido en una lucha constante contra la simetría en las calles y el mobiliario urbano. Sin Bale, la diagonal de Cristiano, el gol gratuito que concede, y su máquina de generar espacios, el Madrid está abocado a largas combinaciones que pocas veces llegan a la antesala del gol. De hecho, en todo el partido se contaron dos ocasiones oscuras (con Morata nada es claro) del Madrid. Una cosecha tan pobre no ocurría desde la hambruna del 2009, con Juande Ramos como intendente general.
Allá por el minuto 25, Xabi Alonso logró descifrar el encuentro: comenzó a prescindir del medio campo -en el que Modric e Isco se afanaban por casi nada, ya que sus combinaciones nacían muertas por la pasividad de los de arriba-, disparando balones medidos que hacían avanzar metros al Madrid y aposentarse en las cercanías del área, desde donde se dominaba el partido. No llegaban las ocasiones porque el equipo está en estado vegetativo después del subidón de adrenalina del Bayern. Benzemá anduvo de acá para allá, sin enchufarse a un encuentro que se jugaba en una corriente que no es la suya. Xabi, que daba el pase que evitaba los vértigos del medio del campo, también llegaba el primero a la recuperación, y así sacó una falta al borde del área. No estaba Cristiano. No estaba Bale. Dejadme sólo, dijo Ramos. Y fue él quien la tiró.
El balón entró por el centro y la estirada roma del portero no pudo detenerlo. Ramos corrió hacia la cámara, se santiguó, miró al cielo, le dedicó el gol a su hijo, a su nuera, a su novia, a su amigo muerto, a Jessé, al chico del kiosko, abrazó a todo el banquillo y sacó un dossier de agradecimientos que contenía una cuarta parte de la población mundial. Llegaron entonces los mejores minutos del Madrid, con Isco y Modric recreando versos del corán que acaban pisoteados por Morata, Santo Labrador, que cava trincheras donde Karim abre canales para el regadío. Minutos fútiles, entonces. Y eso, a estas alturas, cansa demasiado.
Llegó la segunda parte y ninguna buena noticia. El Madrid se define. Xabi se deja caer hacia atrás, donde Pepe y Ramos imponen la ley- Modric desaparece, como si se fundiera con la primavera; e Isco lo intentó, saliendo a zancadas con el balón cosido; poniéndole un par de balones interiores a Morata, que los tiró por la ventana de mala manera; y luchando por lo irreversible: la ruptura en dos del equipo, que en el Madrid de Anchelotti es el momento previo al desastre. Arriba un delantero inanimado, un central rocoso, y otro, Di María, que estuvo todo el partido saliendo de una puerta giratoria como casi siempre que juega en la derecha. En el centro, Xabi, atado a sus polluelos, cada vez más cerca del área; y los pucelanos, que advierten la debilidad madridista y comienzan a bombear balones de dentro hacia afuera y de fuera hacia dentro, para comprobar si la ley de los rechaces y rebotes, podía caer en algún momento de su lado.
Sale Illarra en el minuto 70 por Isco, y cualquier vestigio de orden se deshace. Se lee en voz alta el viejo enunciado: balón a las estrellas, y los que están allá arriba que se las apañen solos, porque las líneas están cortadas. En el bar, como en el partido había un desierto en el centro, pero en los laterales de la barra había atornillados un par de especialistas atléticos en refunfuñar sobre el devenir madridista. Nunca habían visto jugar así, de esa manera torcida, aberrante. Su indignación era tal, que estuvieron dándole vueltas a rodear el Bernabéu, o por lo menos, acampar en la Castellana para solidarizarse con los madridistas de bien. En esto, Karim se ata un balón a la cintura y avanza en circunloquio hasta una zona peligrosa del área donde le hacen penalti. No se tiró. Nadie lo pide. Es Karim, a quien nadie se toma en serio. Karim, que saldrá poco después por Marcelo, en un cambio digno de la hora chanante, porque el brasileño sólo sabe ser lateral, y en todo caso hay que darle una misión para que no se confunda y desorganice lo poco que faltaba por desorganizar.
Hay un córner con mala pinta y un remate de equipo pobre, con todo el madrid arracimado donde no debía. Es un gol en el minuto 40 que estaba anunciado en el libreto que dieron en el descanso. Casillas tampoco fue el salva patrias de otras veces, y saltó de mala manera, como un extra del equipo A que muere en la primera secuencia. Se podría hablar de la carga final del Madrid, pero apenas hubo tal. Sin delantero centro reconocible, con pasadores extraños en lugares inhóspitos, con un Ramos volador al que se le había agotado la baraka, sin el desgarro de otras noches, con Xabi dejándose partes del cuerpo en cada embestida; fue todo una maraña de piernas y brazos, en la que nadie consiguió pulsar el espejo que abría las puertas del gol.
Y así fue todo.
VALLADOLID, 1; REAL MADRID, 1
Valladolid: Jaime; Rukavina, Marc Valiente, Mitrovic, Peña; Álvaro Rubio, Víctor Pérez (Baraja, m. 82); Jeffren (Osorio, m. 74), Óscar (Larsson, m. 64), Bergdich; y Javi Guerra. No utilizados: Mariño; Jesús Rueda, Sastre y Omar.
Real Madrid: Casillas; Nacho, Pepe, Sergio Ramos, Coentrão; Modric, Xabi Alonso, Isco (Illarramendi, m. 73); Di María, Benzema (Marcelo, m. 77) y Cristiano (Morata, m. 8). No utilizados: Diego López; Llorente, Casemiro y Khedira.
Goles: 0-1. M. 35. Sergio Ramos. 1-1. M. 85. Osorio.
Árbitro: Gil Manzano. Amonestó a Bergdich, Morata, Isco, Illarramendi. Pepe, Baraja y Mitrovic.
22.013 espectadores en Zorrilla.
Ángel del Riego