El domingo 25 de mayo, los ciudadanos de los ventiocho estados que componemos la Unión Europea estamos llamados a las urnas para elegir a los que serán nuestros diputados europeos durante los próximos cinco años.
Cuando llegan estos comicios electorales, como en otras ocasiones anteriores, hay muchos ciudadanos en nuestro país que lamentablemente piensan que estas no son unas elecciones importantes, o que ven a las instituciones europeas con indiferencia y lejanía, e incluso llegan a decir que ellos pasan de Europa.
Y la realidad es que, ellos, esos ciudadanos, pueden pasar de Europa, pero como bien sabemos, Europa no pasa de ellos.
Hay que explicarles a los ciudadanos de nuestro país lo crucial de estos comicios
Y lo digo porque las leyes, reglamentaciones y directivas que se aprueban desde Bruselas y Estrasburgo nos afectan directamente en nuestra vida diaria, en nuestras rutinas y en nuestras maneras y formas de vivir en España.
Es por ello que hay que darle a estas elecciones la dimensión y la importancia que tienen, y explicarles a la vez a los ciudadanos de nuestro país lo crucial de estos comicios.
Permítanme que les haga un diagnóstico desde mi punto de vista, de como se encuentra la Unión Europea en estos momentos.
Comenzaré utiilizando un símil médico, diciendo que en esta legislatura que recientemente hemos terminado, la Unión Europea ha estado durante mucho tiempo internada en la unidad de cuidados intensivos, como un paciente con respiración asistida y que hemos tenido que reanimarla en multitud de ocasiones de sus graves heridas y dolencias. La gravedad sin precedentes recientes de la crisis económica sufrida, ha tenido grandes terremotos con sus consabidas réplicas que ha llevado a rescatar económicamente a varios estados miembros como Irlanda, Portugal, Chipre, o varias veces Grecia.
Los graves problemas de nacionalismos secesionistas que buscan políticas de ruptura agravan la recuperación económica
La debilidad en momentos puntuales del Euro que está en curso en dieciocho paises de la Unión, y los ataques a esa moneda única, provenientes de intereses internos y externos de Europa, unido a la desestabilización que ejerce en la economía europea tener un Banco Central Europeo con dieciocho economías diferentes y dieciocho fiscalidades diferentes como menos han ocasionado graves trastornos económicos y financieros que se han unido al descrédito por culpa de la crisis de las instituciones europeas, aflorando populismos, extremismos y euroescepticismo, y como guinda del pastel aparecen en el viejo continente varios paises, incluido el nuestro, con graves problemas de nacionalismos secesionistas que buscan políticas de ruptura agravando la recuperación económica.
Afortunadamente Europa ante las dificultades siempre se ha crecido, pero además siempre ha sabido transformarse y resurgir de sus propias cenizas.
Vivimos en una circunstancia de crisis, cuya resolución no sólo está marcando nuestro presente, sino que también va a determinar nuestro futuro.
La crisis europea debe solucionarse con grandes ideas, principios y valores
Por eso la solución de Europa está en la misma Europa y en los europeos, y el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, en un brillante discurso europeísta hace pocos meses en Estrasburgo recordaba que Europa esta nueva legislatura del parlamento europeo necesitará más Unión, más solidaridad y menos subsidiariedad de los estados, menos mirarse al ombligo y más avanzar hacia los Estados Unidos de Europa.
Y para todo ello serán necesarios nuevos tratados europeos, que den soluciones, que resuelvan los problemas reales de los ciudadanos, y por lo que los actuales tratados de Lisboa pronto serán el pasado, dando paso a renovados, actualizados y regeneradores nuevos tratados europeos.
La crisis europea debe solucionarse con grandes ideas, principios y valores, porque nadie pone en duda que la crisis económica y financiera es una realidad, pero a la vez debemos ser conscientes que existe otra crisis a la par de la económica en Europa, y es la crisis de lo valores de las personas, donde algunos han conseguido que desaparezcan de los tratados europeos todas referencias a las raices cristianas de Europa, y donde algunos creemos que la solución a los problemas de Europa deben llegar introduciendo dosis crecientes de humanismo en la política y en la economía europea, necesitadas de más valores que traigan más honestidad, más decencia, más recuperación del bien común, más instituciones a compartir y más valor de libertad.
Carlos Iturgaiz