A veces no nos damos cuenta de que vivimos en un planeta cuya vida es finita. Pensamos que durará miles de años y que sólo afectará a las generaciones “muy” futuras el deterioro del medio ambiente mundial. Estamos equivocados. Hay una urgencia terrible por adoptar medidas drásticas para frenar ahora mismo la degradación del planeta, en particular el cambio climático de grandes dimensiones que se está produciendo.
La última mala noticia es que la fusión del hielo en la Antártida occidental debido al calentamiento del agua de los océanos es irreversible y que tarde o temprano, es decir, de aquí a mil años o de aquí a doscientos, el nivel del mar subirá más de un metro. Son los resultados de recientes estudios sobre el “colapso de los glaciares” realizados por instituciones científicas independientes y que certifican que el proceso de deshielo ya ha empezado, que no hay nada que lo frene y que puede acelerarse. Fijémonos: doscientos o mil años. Dicen que eso es una buena noticia. Son cifras miserables para soportar sin hacer nada estos daños irreversibles al planeta que causarán millones de muertes por desastres y desaparición de zonas –y hasta de países enteros- habitadas con las consiguientes pérdidas humanas y económicas y aumento de los refugiados climáticos. Son plazos de tiempo realmente muy cortos, sólo un 50% más que nuestro famoso “dos mil después de cristo”, y eso en el mejor de los casos porque los expertos sitúan el período acelerado del colapso más probable entre 200 y 500 años.
En este sentido hay que avanzar, apoyando en ello a las ONGs, en el llamamiento a las autoridades mundiales y estatales para que adopten medidas efectivas contra el cambio climático, en particular en la próxima conferencia de París prevista para 2015. El sistema económico actual no sólo es inequitativo para las generaciones del presente sino también destructivo para las generaciones futuras, por eso se habla de la necesidad en el Derecho internacional del medio ambiente de aplicar un principio de equidad intergeneracional: dejar a nuestros descendientes un planeta sencillamente habitable. Sin embargo, el fracaso de la última conferencia sobre cambio climático celebrada en Varsovia no es ningún buen augurio de cara al futuro.
Julio Vives