Eso vino a decir Simeone cuando, tras eliminar al Chelsea en semifinales de la Champions, quiso agradecer el esfuerzo de sus jugadores. Y lo hizo dando las gracias a las madres por “los huevos” que habían criado sus hijos. Puro atlético, sí señor.
Pero hagamos la alabanza de la obtención del título de liga rojiblanco utilizando palabras que nos den el mismo significado que las protuberancias, pero de forma más remilgada. Todo pensado por y para el Atlético.
Aliento. El que no faltó a los jugadores en ningún partido. Acojonante (no he encontrado palabra más suave para definirlo) hinchada del Manzanares.
Ánimo. El del Cholo arengando “partido a partido” a sus muchachos.
Arrestos. Los que mostró el Atlético en el Camp Nou para lograr la Liga.
Bravura. Se dejaron la vida los jugadores en muchos campos.
Brío. Cualquier galopada por la banda de Juanfran.
Coraje. Todo el equipo ha sido uno. Unidos en un lazo común sin protagonistas.
Decisión. Ir a ganar en el Camp Nou, o en el Bernabéu.
Empuje. Los centrocampistas a lo largo de la liga. ¿Alguien valoraba a Koke o Gabi?
Energía. Verlos correr en el minuto 90 de cualquier partido.
Entereza. Diego Costa o Turan llorando al caer lesionados. Sí, entereza.
Esfuerzo. El de partido tras partido.
Furia. Como la mostrada en la goleada al Chelsea.
Ímpetu. Para buscar el gol del empate en el campo del Barcelona.
Osadía. Demostrar que los estadios blanco y azulgrana son vulnerables.
Potencia. El cabezazo de Godín que vale una liga.
Rabia. La que sintieron los rojiblancos ante el gol de Alexis.
Talla. Courtois.
Valentía. La que se debe tener en Lisboa el día 24.
Valor. Para luchar contra equipos millonarios.
Virilidad. Pues la que digan las madres de cada uno…
Y al final, campeones. Y ya que todas las definiciones anteriores han sido derivadas de las protuberancias creadas por las madres, versión Cholo Simeone, permítanme cerrar artículo acordándome también del otro factor clave en esta historia. Que digo yo que algo tendrá que ver.
Me emocioné al final del partido cuando observé a todo un triunfador buscar algo o alguien entre la masa de espectadores del estadio catalán. Era el míster atlético quien deambulaba, mirada aquí, vista allá, mientras las cámaras le seguían como si fuera Clark Gable (engominado su pelo también) cuando iba en busca de Vivian Leigh para sellar el anhelado beso de amor en la colina del atardecer de “Lo que el viento se llevó”. Y buscó, buscó y al final… allí estaba. Sin hablar avanzó tres pasos, alargo sus brazos y se fundió en un interminable abrazo, quién sabe si también en un beso escondido, con una persona que se encontraba tras una valla. No hubo palabras, quizá algún sollozo mientras ambas mejillas chocaban con candor. Padre e hijo sintieron la felicidad eterna en unos segundos. Yo también la sentí y, como digo, me emocioné. En ese instante experimenté el orgullo atlético, fue entonces cuando comprendí lo que esta liga ha significado para ellos. Fue entonces, ínclito Cholo, cuando me demostraste que las protuberancias de tus famosos jugadores no se debían únicamente a sus madres. Ahora te entiendo. Tu abrazo escondido, pero que vieron millones de espectadores, era también un reconocimiento a la labor de crianza que los padres (masculino) ejercitan con sus hijos.
¡Qué grande eres Cholo! Consigues una espectacular liga y encima repartes el valor de los huevos. Todo en uno. A este paso, como logres la Champions, veremos que también añades a los abuelos a la lista de responsabilidades regenerativas.
Felicidades campeones.
JA Ovies