Mira que había al principio chicas de buen ver en la isla. Mira que había mozos de revista, y todavía quedaba Abraham. Pues no, eso no debía «poner» a los rectores de 'Supervivientes'. El primer «edredoning» de la historia del programa no lo podían hacer gente atractiva. Ni tan siquiera «normal». Los autores del primer «polvete» tenían que ser la «hobbit» de Chiqui y su marido infiel, el mismo que ha tirado por tierra el mito de la belleza de los «gigolós».
Menos mal que lo hicieron tapaditos, y por la noche. Si lo llegan a hacer en pelota picada y a plena luz del día a estas horas habría que haber licenciado hasta a los de primero de Psicología para poder atender la demanda de gente traumtizada del país.
Jorge Javier Vázquez, el «celestino», ha podido hacer un daño irreparable a sus compatriotas. Ofrecerle pasar una noche juntos en el palafito a esa pareja es como decirles a los niños que si quieren chucherías. «Chiqui, ¿Crees que lo vas a hacer?», le preguntó el presentador. «¡Qué preguntas tienes Jorge, está claro!». Faltaría más.
Advierto al lector que a partir de ahora podría herir su senbilidad, sobre todo si se atreven a ver el vídeo (eso sí que es fuerte y repugnante, produce hasta arcadas). Vamos con ello. «¡Qué a gusto que me he quedado!», dijo la concursante tras consumar sus ocho minutos de pasión. «Este es un momento único e irrepetible», dijo él, al que sólo le faltó fumarse el pitillito «de después».
En vez de eso Borja se puso ¿sentimental? ¿filosófico? Ridículo. Sí, esa es la palabra, y le dijo a su mujercita primero que si habían conseguido procrear en ese sitio deberían llamar al futuro bebé «miniChiqui» (convertiría a «Garbancito» en un gigante), y un poco más tarde le dijo que sería mejor «Palafito», si era niño, y «Palafita», si era niña. ¿Y por qué no palmera? ¿O islote? ¿O cocotero?
En su único momento de lucidez, quizás en años, ella le hizo ver que «eso sería una crueldad para nuestro hijo», por mucho que el sitio donde lo hubieran fabricado fuese «mejor, imposible», demostrando que o se conforma con cualquier cosa, o ha viajado poco.
Chiqui se destapó (corriendo el edredón) dejando ver que había hecho el amor con su marido sin haberse quitado la parte de arriba de su biquini (y porque no tenía calcetines, que sino se los habría dejado también), pero la noche y la imagen medio borrosa nos impidió ver nada impúdico, afortunadamente, de cintura para abajo.
Culpa o no del «polvete», lo cierto es que al día siguiente la audiencia la mandó para casa (¡ya era hora!) sin los 200.000 euros del premio, pero cuando menos con una sonrisa de oreja a oreja por haberse desahogado con su marido. A lo mejor al llegar simplemente le ahoga a éste al comprobar que de lo que le dijo a lo que ha ocurrido en realidad hay un largo trecho. O le vuelve a perdonar por aquello de la utopía que sería volver a encontrar pareja. Nos «repampinfla» lo que haga, por no decir algo peor. O debería.
La mosca