La tentación es titular hoy con una frase manida y en latín que siempre queda más elegante: ¿Quo vadis Europa? Pero ya se ha usado mucho y pocos, tal vez, saben la historia de la que surge la pregunta: Nerón persigue con saña a los cristianos en Roma y Pedro huye, cobarde y humano, de la capital del imperio por la Vía Apia; allí se le aparece Jesucristo cargado con la cruz y el discípulo le pregunta al Maestro «quo vadis», dónde vas; lo que se conoce menos es la respuesta de Jesucristo: «Voy a Roma para ser crucificado de nuevo». Un reproche sutil que cuenta el propio Pedro que, avergonzado, vuelva a Roma renovado.
Este largo preámbulo me sirve para preguntarme no sólo hacia dónde va Europa y quien podría ser quién tras unas elecciones fundamentalmente tristes. Roma, claro, sería mucho más Berlín que Bruselas; el papel de Nerón sería injusto adjudicárselo a Merkel y Pedro representaría el Sur, y algo más que el Sur: a la Europa de la segunda y hasta la tercera velocidad que teme por su futuro. ¿Y a quién simbolizaría la figura de Jesucristo que se aparece para decirle algo imposible: voy a que me crucifiquen otra vez en Roma/Berlín? Pues ahí se juntan muchos, se juntan los ciudadanos europeos en su inmensa mayoría que, sin la resignación de Cristo, han votado -y han dejado de votar- desde el cabreo y el desengaño; se juntan estos partidos nuevos que no tienen ninguna voluntad de ser sacrificados sino de sacrificar al sistema al que consideran responsable de todo lo malo y, curiosamente, en eso se tocan los extremos: de nuestro Podemos con su Pablo Iglesias hasta el neonazi Amanecer Dorado pasando por la populista Le Pen. Y que no se me enfade el mediático profesor: solo me refiero a que todos quieren cambiarlo todo, unos tirando hacia una izquierda radical y otros -Dios nos pille confesados- hacia la incluso más allá de la extrema derecha.
Europa camina como pollo sin cabeza hacia ninguna parte
¿Y donde están los conservadores y los socialdemócratas? Siguen en la Vía Apia sin mover un dedo buscando disculpas a su fracaso e intentando quitarse el bajón de encima asegurando con la mano izquierda que las Europeas no significan nada (eso lo dicen ahora que han perdido, pero no lo decían hace dos días) pero que, a la vez, han entendido el famoso «mensaje de las urnas» y tendrán que reflexionar. Pues a ver si es vedad.
Pero no basta que reflexione el PSOE y el PP -si es que lo hacen-; lo fundamental es que Europa, los que mandan en Europa, se den cuenta de que el camino que han elegido puede que haya salvado algo, pero ya es insostenible y la gente no lo admite, que la obsesión por el déficit tiene que tener un límite y que no se pueden pedir más sacrificios a los que menos tienen para asegurar la vida a lo más ricos. Así vamos al desastre. Europa camina como pollo sin cabeza hacia ninguna parte; o tal vez con una sola cabeza, y eso es aun más peligroso. A nadie en Europa le preocupa Europa y eso parece haber quedado claro.
Y por aquí, todo bien, gracias. Al menos el PSOE ya anunciado un Congreso yo espero que desde la conciencia de que lo de menos hoy por hoy es el líder que salga sino el pensamiento a mantener sin concesiones a una izquierda que anda sola y sobrada. Del Congreso tiene que salir un proyecto para el Siglo XXI sin juegos malabares ni alianzas que luego cuestan sangre sudor y lágrimas. El PP está en el poder, pero le vendría bien una reunión en la que se reconocieran todos los errores y se depurasen, desde dentro, todas las responsabilidades. A día de hoy, ni los dos aun grandes partidos, ni los sindicatos ni la patronal ni la Justicia tienen demasiado crédito en España.
En su mano está regenerar las cosas y ya que la crisis económica lleva sus pasos y poco se puede hacer, podrían al menos tratar de enderezar esa crisis moral o ética que han puesto a toda una casta a los pies de los caballos. O lo hacen desde dentro o se lo van a hacer desde fuera.
Andrés Aberasturi