Arregladito está el PSOE si la gran esperanza de su recuperación ideológica, política y electoral pasa por una mujer forjada en el aparato del socialismo andaluz, que en el resto de España tiene la imagen que tiene. No me parece un buen presagio esa aparente casi unanimidad de los barones regionales que se han apresurado a señalarla como la solución a los problemas de un partido desahuciado por su falta de credibilidad. Si resulta que los votantes descreídos y los militantes desalentados van a tener que buscar la fuente de la credibilidad en una dirigente manufacturada personalmente por el ex presidente de la Junta, José Antonio Griñan, que aún carece de una irrefutable prueba de urnas a favor de su figura personal (la de Susana Díaz, no Griñán, se entiende), pues el PSOE va a salir de Málaga para entrar en malagón.
De momento tenemos un aluvión de dirigentes que hablan en nombre de las organizaciones regionales pero no de los militantes (tal y como están las cosas en estos momentos en el PSOE es imprescindible hacer la salvedad). Digamos que los aparatos de las distintas federaciones animan a Susana Díaz a que se postule como secretaria general, pero no sabemos realmente lo que piensa la militancia de base a escala nacional y tampoco esta claro que lo lleguemos a saber, si finalmente se impone la democracia «orgánica» (voto de delegados) en nombre de las federaciones) o democracia «inorgánica» (voto directo de las bases) en el congreso extraordinario convocado para el mes de julio.
Tampoco tenemos ciencia cierta sobre el pensamiento, la voluntad, la predisposición o las intenciones de la actual presidenta de la Junta de Andalucía. Sólo nos ha dado una pista cuando hace unos días dijo públicamente que en estos momentos su prioridad es Andalucía, a cuyos ciudadanos se debe por un compromiso institucional asumido hace menos de un año, cuando sucedió a Griñán sin pasar por las urnas. La pista es la que se desprende de su presunta contundencia al afirmar: «Mi prioridad es Andalucía«.
Si uno se atiene a las reglas de la lógica ha de llegar inmediatamente a la conclusión de que la presidenta de la Junta, y líder del socialismo andaluz por incomparecencia de candidatos alternativos, nos está diciendo que, en caso de pretender y conseguir el puesto de secretaria general del PSOE, este trabajo no sería prioritario para ella. Y es de difícil acomodo mental la idea de un sucesor-sucesora de Rubalcaba que no trabaja a tiempo completo para un partido centenario al borde de la bancarrota.
Me cuesta imaginar a una Susana Díaz en el puesto de secretaria general que sólo dedica el tiempo que le queda libre en la Junta a un partido tan necesitado de mimos, atenciones y cuidados. Los primeros en celebrarlo serían sus adversarios del PP andaluz que, efectivamente, estos días no dejan de airear que las intenciones de Susana Díaz pasan por dejar plantados a los ciudadanos andaluces. Lo siguiente, ya a escala nacional, sería una más que previsible campaña del PP para asociar el pasado político de Díaz a los tiempos de la corrupción rampante en la Andalucía gobernada por los socialistas. Otra cosa es que la dirigente socialista de moda quiera influir en el proceso sucesorio y en los planes de relanzamiento político del PSOE, incluidos los nombramientos de personas afines a su causa y a sus planes de futuro. Eso es lógico porque en estos momentos en la figura con más poder orgánico e institucional del socialismo español.
Pero, de momento, dejar la presidencia de la Junta o, simplemente, pretender hacerla compatible con el liderazgo del partido de Pablo Iglesias (a ver quien hace antes la gracieta) me parecería una falta de respeto tanto a los andaluces como a la militancia del PSOE.
Antonio Casado