domingo, noviembre 24, 2024
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Con Felipe VI, podemos

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“Juntos, podemos”, aseguró hace poco Juan Carlos I. En el día de su abdicación, con tono seguro en un discurso más suelto de lo habitual, el aún Rey de España asegura que la sucesión en su hijo es garantía de estabilidad. Algo que hay que señalar en la España de resaca electoral aún, tras la fragmentación del voto de hace solo una semana. “Hay que dejar paso a una nueva generación”, argumenta Juan Carlos de Borbón. Y Felipe de Borbón, Felipe VI, es un buen exponente de una nueva generación.

El nuevo Rey de España tiene 46 años, sólida formación militar, civil (licenciado en Derecho con un máster en Georgetown sobre relaciones internacionales), es padre de familia y está casado con una periodista de clase media. Es decir, si se obvia su rancio abolengo, un español como muchos otros, pero señalado por su cuna. Quizás eso, su destino genealógico, haya impulsado su apreciable y encomiable esfuerzo de normalidad de los últimos años.

Un nuevo Rey de impecable buena imagen internacional, especialmente bien conectado con Latinoamérica, con un alto sentido de Estado. Absolutamente respetuoso con la sociedad en los gestos formales y en los personales, sin una tacha en su carrera política hasta el momento. No se puede imaginar mejor jefe de Estado en la coyuntura actual.

En medio de estas consideraciones personales y de Estado, hay que tener en cuenta el escenario político español, con la resaca de los notables resultados del partido Podemos, que lleva a rebufo una buena colección de votos para otras pequeñas formaciones que quieren polarizar la sorpresa electoral. Una sorpresa basada en la falta de fuelle y los pésimos candidatos del PP y PSOE en las recientes elecciones europeas.

Formaciones –significativamente Podemos– que reclaman para sí la soberanía popular para elegir la forma de Gobierno, pactada y votada por todos los españoles en como base de la Democracia. Una vez más las manifestaciones en la calle quieren enmendar la plana a la Soberanía, depositada en el Congreso de los Diputados. Soberanía avalada por 24 millones de votos depositados en las urnas en las ultimas elecciones generales. Si el 1,2 millones de votos de Podemos merece atención y consideración, qué no decir de los más de 20 millones de votos de los partidos que –exceptuando nacionalistas y extrema izquierda– respaldan la sucesión de la Corona prevista en la Constitución. Al menos merecerá 20 veces más consideración que las soflamas de esta nueva izquierda asamblearia.

Una vez más las manifestaciones en la calle quieren enmendar la plana a la Soberanía, depositada en el Congreso de los Diputados

Felipe VI viene a reinar en un país en crisis, en una institución en crisis, como primer miembro de una familia en crisis. Una labor titánica por delante, pero no un desafío mayor que al que se enfrentó su padre. Juan Carlos I era aborrecido por la extrema izquierda y la extrema derecha, que también en eso los extremos se juntan. Toreó con presiones golpistas, huelgas salvajes, terrorismo de la extrema izquierda, también de la derecha, y del nacionalismo de extrema izquierda vasco. Con el indecente oportunismo de países vecinos que querían ganar espacio a costa del debilitamiento de España. Y, con menos mimbres, salió adelante.

España. Una palabra que a muchos les cuesta decir. Los que aborrecen los símbolos españoles se abrazan y admiran los extranjeros. Un país se sintetiza y representa con sus símbolos. La bandera, la nación, es de todos. Y el Rey, como símbolo máximo del Estado, es de todos. Sin duda, Felipe VI lo sabe y por eso mantiene una total y coherente neutralidad, como la ha mantenido de manera ejemplar su padre durante 39 años de reinado. Está casado con una mujer de ideales remotamente republicanos. De él se espera la sensibilidad para ganarse a las nuevas generaciones que no entienden ni conocen bien los sacrificios y las renuncias que hicieron tantos para llegar a un modelo de convivencia para dos Españas irreconciliables a veces.

 

Editorial

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