Felipe VI va ser un Rey muy distinto a su padre y no sólo por el lógico relevo generacional, o por una mera cuestión de carácter y forma de ser y estar, sino porque las circunstancias en las que uno y otro han accedido al trono -con cuarenta años de diferencia- son muy diferentes. Es cierto que el nuevo monarca tendrá que afrontar el relevo en plena crisis institucional, en un momento de gran desapego de la sociedad no sólo por la institución que ellos representan, sino por casi todas las instituciones, que se encuentran en el momento de mayor desprestigio de toda la democracia.
El argumento de que el aún príncipe de Asturias está sobradamente preparado le sitúa al mismo nivel de su generación: jóvenes con un currículum muy brillante -mucho mejor que el de sus antecesores- que se enfrentan a un futuro incierto profesionalmente hablando. La historia reciente ha dejado claro que el Rey Juan Carlos se jugó su credibilidad y posiblemente la permanencia el 23-F y de ser cierto que ahora, con su renuncia, se cierra la etapa de la transición, su hijo tendrá que enfrentarse a una segunda transición también muy compleja. A mi no me asustan, en absoluto, las voces que piden un referéndum para que el pueblo se pronuncie sobre el modelo de estado, pero esas voces se tornan en oportunistas cuando al calor de la abdicación lo plantean con una urgencia incomprensible como si nos fuera la vida en ello.
Si Don Juan Carlos tuvo que inventarse la monarquía parlamentaria en 1974 será Felipe VI quien tenga que reinventarla en 2014 porque si no es así ni conectará con su generación
Hoy por hoy y aunque el bipartidismo ha sufrido un duro varapalo en las últimas elecciones, los dos partidos mayoritarios PP y PSOE -los soportes básicos de la corona- siguen siendo mayoría y lo que deberían propiciar es un cambio de la Constitución sin prisas pero sin pausa. Un cambio en el que se dieran respuestas definitivas no sólo al tema de la Corona sino también a la cuestión autonómica, una de las grandes asignaturas pendientes de la Transición, y otras muchas cosas de enjundia. Está claro que si Don Juan Carlos tuvo que inventarse la monarquía parlamentaria en 1974 será Felipe VI quien tenga que reinventarla en 2014 porque si no es así ni conectará con su generación, ni garantizará la estabilidad que le ha augurado su padre. Serán muchas las miradas que se dirijan hacia su reinado, en un momento de graves dificultades económicas y con profundo malestar en la calle cuya consecuencia más directa es una gran desafección hacia el sistema. En este caldo de cultivo ha nacido y tomado fuerza el desafío independentista en Cataluña, se ha producido un ascenso de la izquierda radical, ha aumentado el número de independentistas y muchos republicanos que han estado agazapados ahora salen del armario. En este contexto el próximo Rey tendrá que ejercer fundamentalmente su función de árbitro, deberá intensificar su labor de mediación y de búsqueda de consensos.
Aunque hasta ahora el Príncipe de Asturias ha realizado lógicamente una función discreta y se ha mantenido en un segundo plano, propio del heredero, lo cierto es que lleva mucho tiempo preparándose para este momento y al igual que últimamente ha incrementado su actividad internacional promocionando la marca España, ahora tendrá que poner en valor esa marca de puertas para dentro.
No me parece suficiente argumento el hecho de que uno de los detonantes haya sido la marcha de Rubalcaba
De todo este asunto de tanta trascendencia histórica, lo que no termino de entender bien es por qué el Rey ha elegido este momento para abdicar. No me parece suficiente argumento el hecho de que uno de los detonantes haya sido la marcha de Rubalcaba y el temor de que quien le suceda recupere los orígenes durmientes de un PSOE republicano. Me faltan claves importantes para saber por qué la abdicación se ha producido en este momento y no, por ejemplo, cuando hubiera habido una sentencia firme del caso Noós lo que le hubiera facilitado a Felipe VI las cosas. No les falta razón a quienes afirman que no es lo mismo ser hija del Rey que hermana del Rey y no es lo mismo que, llegado el caso, se pueda procesar a la infanta Cristina siendo el Rey su padre que si lo es su hermano. La respuesta a eso en concreto la tendremos pronto, pero para saber lo que esconde esta abdicación nos faltan muchas respuestas.
Esther Esteban