El copyright es de Le Monde, aunque el día del anuncio de abdicación se refería a D. Juan Carlos como un 'self made roi', que para eso es un periódico francés. Pero la expresión se ajusta muy bien a lo que ha sido la biografía de quien ahora da un paso atrás porque cree en el relevo generacional y cree además que nos deja en buenas manos.
D. Juan Carlos no es un hombre hecho a sí mismo, sino un rey hecho a sí mismo con gran esfuerzo y con escasos referentes de los que aprender.
A nadie pidió consejo cuando, antes de ser rey, empezó a sentar las bases de lo que luego sería la Transición
Con gran generosidad suele decir que ese referente ha sido siempre D. Juan, su padre, al que volvió a recordar en su discurso institucional de anuncio de abdicación. Cualquiera que conozca bien las vivencias de Juan Carlos sabe de su profunda lealtad y cariño al Conde de Barcelona, pero fue él, su propia intuición, y sus firmes convicciones, las que le han forjado y convertido en lo que es y en lo que ha sido.
A nadie pidió consejo cuando, antes de ser rey, empezó a sentar las bases de lo que luego sería la Transición, y lo hizo con la ayuda de muy poca gente. Torcuato Fernández Miranda entre ellos, pero no el único. Personalidades nacionales e internacionales, con una discreción absoluta, movieron hilos dentro y fuera de España para que llegado el día de la proclamación se pusieran en marcha los mecanismos para que España se convirtiera en una democracia plena en el menor tiempo posible. Una historia contada, y que harían bien en leer –no ya aprender- algunos de los que ponen en cuestión al Rey sin tener ni idea, porque no quieren tenerla, sobre lo que ha hecho por este país. Falta mucha altura de miras en esta España nuestra.
Deja la Jefatura del Estado en manos del Príncipe. Tranquilos. Da sobradamente la talla, ha tenido la suerte de no ser un self made king, sino un hombre al que prepararon para ser rey desde el mismo día que nació. Su formación es impecable, pero lo importante es que tiene una madera de la que se da pocas veces. Los que hemos tenido el privilegio de tratarlo sabemos de sus principios, su capacidad de trabajo y su obsesión por aprender para, llegado el momento, asumir la Jefatura del Estado. Sabemos de su calidez y su cercanía, y sobre todo de su profundo amor a este país. No pasarán muchos años antes de que millones de españoles admiren a su nuevo rey.
El Príncipe da sobradamente la talla, ha tenido la suerte de no ser un self made king
¿Qué hay quien se cuestiona la forma de Estado? En su derecho están. A lo que ya no tienen derecho sin embargo es a hacerlo desde la ilegalidad y la falta de respeto a la Constitución. Y, eso es ya cuestión personal, tampoco deberían tener derecho a hacerlo desde la más profunda ignorancia. Primero que se enteren de lo supuso para España la última república. Después, que se enteren también de cómo la Monarquía de D. Juan Carlos, con un grupo de dirigentes políticos de bandera, de muy distinta ideología, trajeron la libertad a este país después de cuarenta años de dictadura. Y, una vez conocida la historia, que presenten sus iniciativas con respeto a la legalidad.
Sigue abierta la lucha por el poder en el PSOE. Cuanto más tiempo transcurre desde que se abrió el melón de la sucesión más se echa ya de menos a Rubalcaba, que al menos tiene las ideas claras sobre dónde debe estar y qué debe defender el partido, que desde luego no es apoyar a quienes a la mínima piden un referéndum sobre todo lo que se les ocurre.
Proponer la reforma de la Constitución no es algo que deba asustar, pero que el principal partido de la oposición pretenda saltársela no es de recibo. El silencio de algunos de los que quieren hacerse con el mando del PSOE es clamoroso. Los descalifica de lleno aunque se crean estupendos y saquen pecho con un “aquí estoy yo”.
Pilar Cernuda