¿Qué será más importante? ¿Qué se renueve la iglesia católica o que el domingo rezaran con el Papa en Roma, por la paz en el Oriente Medio, los Presidentes de Palestina e Israel? Las dos cosas dirán, quizás, los más sensatos. El riesgo es que Francisco sólo piense que lo segundo. Unas mujeres enamoradas de sacerdotes remitieron recientemente una carta al Papa pidiendo que el celibato deje de ser obligatorio para los curas. Síntoma de necesidad de cambio. En el ámbito cristiano ortodoxos y protestantes aceptan el matrimonio de sus ministros espirituales. Francisco admite que el celibato católico no es dogma, pero no cede. Le presentan como un renovador pero, por ahora, han sido más palabras y gestos que hechos. Una Iglesia católica moderna requiere transformarse en sintonía con los tiempos actuales. De lo contrario quedará aún más orillada en las cunetas.
Francisco admite que el celibato católico no es dogma, pero no cede
Lo primero que tendría que hacer es proceder a su «privatización» y aceptar la estricta separación entre la Iglesia y el Estado porque las religiones pertenecen a la esfera privada de cada cual. En segundo lugar, su jerarquía y sus fieles deberían tomar el destino de la Iglesia en sus propias manos y ser económicamente autónomos para dejar de vivir como parásitos del Estado y a costa de los que no comulgan con su credo.
El matrimonio de los sacerdotes, incluso con hijos, no solo les permitiría vivir su vocación con naturalidad a aquellos que desean o necesitan vivir en compañía sino que también le permitiría a la Iglesia entender mejor la realidad y evolución de la sociedad en materia de familia. Asimismo debiera promover en su seno la igualdad de género en el ejercicio del sacerdocio y en la jerarquía eclesiástica. La renuncia a la homofobia tendría que ser una prioridad más y otra erradicar públicamente con mano dura y ejemplar la pederastia que carcome a miembros de su organización con un secretísimo protector que sólo amplía las sospechas. Así se lo ha pedido la ONU. La Iglesia Anglicana ha avanzado en la igualdad de género incluso al nivel del obispado. El Arzobispado de Canterbury podría estar en el futuro al cargo de una mujer. En materia de homosexualidad hay avances, aunque menores. ¿Roma es acaso inmune a estos progresos?
La renuncia a la homofobia tendría que ser una prioridad más y otra erradicar públicamente con mano dura y ejemplar la pederastia
Una Iglesia de los pobres, de los desheredados, defensora de los injustamente tratados, ajena al poder político y del dinero e insertada en la sociedad democrática, alejada de prácticas a veces casi supersticiosas, en armonía respetuosa con aquellos que no piensan como ella, sería una Iglesia moderna y en auténtica identificación con su originador. Una Iglesia aceptada por propios y ajenos y que rendiría un mejor servicio a la sociedad. De lo contrario seguirá siendo no solo un instrumento de caridad sino sobre todo uno de poder y de imposición, lo que ha sido desde que con Constantino, en el siglo IV, accedió al poder político que tanto daño le hace en detrimento de una sana convivencia en la sociedad.
Francisco generó expectativas y esperanzas porque con sus dos predecesores soplaron vientos de contrarreforma dejando casi en el olvido al Concilio Vaticano II y su interpretación más progresista del cristianismo romano. Francisco pareció con sus declaraciones iniciales que iniciaría un retorno a ese cristianismo. Sin embargo pasa el tiempo y casi nada cambia. Por ahora intenta poner orden en su casa en temas económicos y administrativos. Es necesario. Pero un Papa no está solo para eso.
Tener a los Presidentes de Israel y Palestina rezando juntos en Roma será importante para la paz pero no exime de renovar por dentro la Iglesia católica
Viaja por el mundo, algo socorrido por muchísimos líderes para no ocuparse de lo que tienen que hacer en su propia casa. En cambio Juan XXIII convocó el renovador e histórico Concilio Vaticano II nada más ser elegido en 1958. ¿Porque un Papa teóricamente renovador como Francisco no ha hecho aún algo parecido? ¿No quiere? ¿No desea renovar el Imperio religioso romano? Un líder está para romper los moldes viejos, roñosos y carcomidos. ¿Cuándo Francisco responderá a su responsabilidad histórica? Por ahora es un Papa campechano y gestual, halagado por aplausos varios, al que “cuelan” una fiesta para ricachones y politicones en la azotea del Vaticano y acallado por un Cardenal respondón cuando habló de acoger a los católicos divorciados vueltos a casar. Tener a los Presidentes de Israel y Palestina rezando juntos en Roma será importante para la paz pero no exime de renovar por dentro la Iglesia católica. Ahí es donde duele de verdad.
En España ha dejado que el “poli malo” Rouco sea sustituido por el “poli bueno” Blázquez al frente de la Conferencia Episcopal. Llevan ya 15 años turnándose en ese cargo en un “tuya-mía” que, al menos, durará otros tres años más. Ha elevado a Cardenal al homófobo Fernando Sebastián. Sorprendente tras esa declaración de Francisco acerca de quién era él para juzgar a un homosexual. Todo muy decepcionante.
Carlos Miranda es embajador de España.
Carlos Miranda