El desalojo y demolición por mandato de las autoridades municipales de Barcelona de un ruinoso edificio tomado y habitado por -okupas- en el barrio barcelonés de Sants, ha sido el detonante y la chispa para que decenas de jóvenes ligados a ese edificio, junto con cientos de radicales y los llamados perroflautas de la ciudad hayan tomado las calles de la capital catalana a su antojo para destrozarla y causar el caos entre la ciudadanía.
Los actos vandálicos producidos estos últimos días en Can Vies en Barcelona, vuelven a demostrarnos cómo desde los grupos más extremistas de la izquierda catalana aprenden y heredan lo peor y más nauseabundo de la kale borroka de sus homólogos abertzales vascos.
Desatar el terror por las calles, destrozar todo lo que se les pone por medio, insultar y agredir a las fuerzas de seguridad, amenazar a los cívicos ciudadanos que les recriminan sus «hazañas», son todas ellas su carta de presentación y los currículums de jóvenes que se hacen llamar antisistema y que se dicen no estar dirigidos por nada y por nadie, simplemente según ellos que son el exponente del hartazgo de una parte de la juventud de este país ante el sistema establecido.
Trías cede a la presión, al chantaje de los violentos y les brinda la mano a dialogar y negociar
Nada más lejos de la realidad, ya que estos grupos están bien organizados en su mayoría, en ocasiones bien financiados y sus cabecillas no son personas que estén casualmente comprometidos con ese proyecto, sino como han señalado varios medios de comunicación, el portavoz de los okupas en Can Vies, es un joven profesional de la agitación y el vandalismo, que se esconde tras un nombre ficticio, y que además tiene entre su extenso historial el haber intentado asaltar el Parlamento de Cataluña e intentar agredir a sus parlamentarios.
Los vecinos de la zona, que pagan religiosamente sus impuestos al ayuntamiento, hartos de desórdenes, ruidos y follones, han pedido la protección del consistorio ante los vandálicos actos de los okupas en la zona.
Y la contestación del ayuntamiento como hemos podido comprobar ha dejado boquiabiertos no sólo a los vecinos de la ciudad, sino a todo el país, cuando hemos comprobado que el alcalde Trías cede a la presión, al chantaje de los violentos y les brinda la mano a dialogar y negociar.
Sorprendentemente el equipo de gobierno barcelonés quiere negociar con los que destrozan el mobiliario urbano de la ciudad, con quienes arrasan las sucursales bancarias y comercios, con quienes han instalado un gueto okupa y extremista en medio de la ciudad.
Cuando un gobernante, como el alcalde de Barcelona, es incapaz de dar órdenes para que se cumpla la ley en su ciudad, y se postra ante las demandas de aquellos que le chantajean con la violencia en las calles, lo que debe hacer inmediatamente es dimitir, irse a su casa y dejar el bastón de mando a alguien que sea capaz de tomar decisiones para que la calle sea de los ciudadanos libres y de los demócratas, y no de una manada de extremistas radicales que arrasan todo lo que encuentran a su alcance por donde se manifiestan.
Barcelona se convierte en la ley de la selva donde el que más destroza es el que manda
Es normal que ante este espectáculo bochornoso del equipo de gobierno del consistorio barcelonés, los ciudadanos estén atónitos, y no den crédito a que esta mafia radical okupa esté echando y ganando un pulso al ayuntamiento, volviendo al lugar del desalojo donde la entrada estaba vallada y su acceso prohibido, haciendo cadenetas humanas de okupas para trasladar de nuevo los cascotes e intentar reconstruir un edificio sin permisos, ni licencias, ni las más mínimas garantías de seguridad del edificio para los que estén dentro y para los viandantes que pasen junto al inmueble.
Y son esos mismos ciudadanos atónitos y cabreados los que se preguntarán que si aquí vale todo, y Barcelona se convierte en la ley de la selva donde el que más destroza es el que manda, entonces ellos podrían agruparse y tomar las calles con el fin de renunciar a pagar todos los impuestos municipales porque podría ser que ya no les da la gana pagarlos viendo que los extremistas ni pagan, ni respetan, ni obedecen las leyes ni las reglas de juego democráticas.
Mal ejemplo a Barcelona, España y al mundo entero el que estamos viviendo estos días con el famoso desalojo, y cuando vemos como un alcalde se rinde ante la violencia de los radicales de izquierda, que sólo ha servido para que esa gentuza se crezca más y sus exigencias chantajistas sean cada vez mayores.
Carlos Iturgaiz