Si resucita esta vez habrá que empezar a pensar que es un terminator. Aceptamos a Mariló Montero como «animal de compañía» cada vez que suelta una de sus gracietas en 'La mañana de La 1', pero me resulta imposible hacer lo propio con su debut en el «prime time» de dicha cadena con 'El pueblo más divertido'. Como decía el nunca suficientemente reconocio Antonio Ozores, «¡No hija, no!».
Este espacio, por llamarle de alguna manera, debería ser la tumba televisiva de cualquier presentador. En su caso, y con los «padrinos» que parece tener, quizás hasta pueda seguir presentando su programa matinal, aunque con la promesa de no volver a ponerse delante de una cámara en cualquier otro horario. Si se lo dan habría que coincidir en que Mariló tiene algo más que un ángel de la guardia en esa cadena que todos pagamos.
Y eso es lo malo, que con nuestro dinero se puedan hacer productos tan deleznables como este. Con un plató lleno, en practicamente un 80% de su totalidad, por gente mayor de 60 años, lo único que uno esperaba es que en cualquier momento apareciera por allí Melendi y les pusiera a cantar a todos un rock. Por lo que pudimos ver, si en el programa del cantante todo consistía en que la auidencia se riera de nuestros abueletes, aquí el objetivo es que el poco personal que vea el de Mariló (un 8% de cuota para empezar invita a pensar que serán cada vez menos) se mofe (no que se ría con ellos, sino de ellos) de los habitantes de los pueblos participantes.
Frases de la presentadora como «No sus vayais», como para que la entendieran los presentes, se conjugaron con otras como «¿qué quieres ser tirador o parador?», que le preguntaba a Vaquerizo en un juego en el que lanzaban penaltis a una portería. ¿Qué parador Mariló? ¿El de Almagro? ¿El de Cangas de Onís? ¿El de Guadalupe? ¿El de Hondarribia? ¿Y qué tirador, el de la puerta de tu casa? ¿El de tu cuarto de baño? Con lo fácil que es decir por un lado «lanzador» o incluso «delantero» y por otro «portero».
Yo no sé si la presentadora, que presume de ser de pueblo, habla así en el suyo o es que se cree que en todos los de España el «garrulismo» es el idioma oficial. ¿De verdad que tienen que ver eso los más pequeños, ahora que están a punto de empezar sus vacaciones veraniegas? Si ya dicen que la cultura ha pasado a un segundo plano en este país (raro es ya el joven que sabe quién es Cervantes o dónde está La Alhambra), con este programa podríamos estar empezando a poner los cimientos para que en pocos años lideremos el ranking de países más incultos del mundo.
Claro que tampoco sé si eso es lo peor o que con tanto humorista en el plató sólo se rieran los que estaban en el mismo, ya fuera por agradecimiento por estar allí (no sé si les darían un buen bocadillo y refresco para hacerlo más llevadero), por haberles amenazado el regidor con una pistola o por haber cobrado por ello (en sus contratos debía especificarse que tenían que poner siempre buena cara). Al otro lado de la pantalla sólo se podían ver caras de estupor por lo que estaban contemplando, frotándose los ojos para ver si realmente eso estaba ocurriendo o se trataba de un sueño. Perdón, de una pesadilla.
Y si será difícil ver a Mariló en otro espacio en esa franja horario, como comentaba al principio, en el caso de Millán Salcedo, el otro presentador, es de suponer que con su «humor», el de los tiempos de la «empanadilla de Móstoles», no le vuelva a salir una gala más de aquí a la eternidad.
Ver en un programa como este a «clásicos» como Josema Yuste, Las Virtudes, Manolo Royo, Pablo Carbonell, Llum Barrera, Ana Morgade, el señor Barragán o incluso a Melani Olivares y Eduardo Gómez, como jurados, habla bien a las claras de lo difícil que está hoy en día el tener trabajo. Todos los que están ahí son precisamente los que no parece que no pueden decir que no a nada. Lo que es este espacio. No ha empezado el concurso y a nadie le importa un pito quién lo pueda ganar.
La mosca