Susana Díaz, con su decisión de no optar a la secretaría general del PSOE, seguramente ha cumplido con su deber para con Andalucía, pero ha puesto en serio riesgo la renovación y la regeneración de su partido a escala nacional. Y ha puesto muy difícil el retorno socialista a las posibilidades de triunfo electoral, una esperanza que se había depositado en ella. Yo mismo he escrito en varias ocasiones que Susana era el signo de un nuevo PSOE, tras los recientes fracasos, especialmente el de las elecciones europeas del 25 de mayo. Seguro que ella sabe muy bien lo que tenía que hacer y por qué lo ha hecho, algo poco corriente en estos tiempos políticos de desconcierto y de pérdida de sensibilidad en torno a la cosa pública. De sus palabras, sin embargo, no se puede deducir que la negativa sea para siempre o que tenga de verdad decidido no concurrir tampoco a las primarias para la candidatura a la presidencia del Gobierno, elecciones para las que todavía falta un año y medio. Tiempo suficiente para reflexionar y para contrastar más los pensamientos con la realidad.
Ahora que el soberanismo vasco hace acto de presencia de nuevo, creo que es el mejor momento para una reflexión seria y dura
Mucho más perentorio es el problema del soberanismo catalán, por culpa del cual quien más está sufriendo es Josep Antoni Duran i Lleida, el político más sensible y clarividente de la región hermana. El líder de Uniò quizá no debió demorar tanto su entrada en el espacio decisivo sobre su papel y su futuro y el de su partido. Pero tampoco se lo pusieron muy fácil los más obligados a hacerlo, como sus compañeros de federación y los partidos, socialistas sobre todo, más cercanos a su concepción de la convivencia dentro del Estado español. Ahora que el soberanismo vasco hace acto de presencia de nuevo, creo que es el mejor momento para una reflexión seria y dura. A ver si nadie va a saber ordenar las cosas de manera que no lleguemos al sumo disparate de trocear el territorio de España en un conglomerado de Estaditos, empezando por el constituido por lo que quedase de España, incapaces de jugar un papel decente y solvente en el concierto europeo e internacional. No tengo que añadir que nada sería lícito ni legítimo que no se hiciera con el más absoluto respeto a las reglas democráticas.
Digo lo anterior porque veo a los dos grandes partidos sumergidos en sus crisis tras el desastre electoral de las europeas. A ver si por salvarse ellos van a llevarnos a la nulidad histórica. Por ahí van también mis reflexiones sobre Susana Díaz, a quien considero capaz para seguir pensando en qué es lo mejor para este país.
Pedro Calvo Hernando