Recuerdo la polémica que se montó el día que Diana de Gales compareció en televisión para decir aquello de que tres en una misma cama eran multitud. Y lo eran como bien se demostró después, pero más importante que saber con quién se acostaba su marido el Príncipe Carlos, fue la utilización que hizo Lady Di de los medios de comunicación de masas. Un ejemplo que siguió poco después el ya eterno heredero al trono británico, y muy recientemente el Rey Alberto II de Bélgica. Quien haciendo caso omiso de los consejos de su hijo Felipe para que mantenga la boca cerrada por eso de que los trapos sucios se lavan en palacio, ha decidido soltarse la melena y la lengua, no sé si porque anda falto de dinero, o simplemente porque tiene la autoestima por los suelos. Sea por esa razón, o porque se niega a vivir fuera de los focos, lo que hay que agradecerle a Alberto es que gracias a ese ataque de protagonismo y sinceridad, hoy sepamos de la familia real belga, más de lo que hemos sabido nunca.
Quizá ha llegado el momento de que el Rey Juan Carlos y la Reina Sofía limen asperezas
Así por ejemplo Alberto ha explicado sin cortarse un pelo las dudas que tuvo su hermano el Rey Balduino, sobre la idoneidad de su sobrino Felipe para que este accediera al trono, después de haberle educado para esa misión. Y las suyas propias cuando a la muerte del Rey es él quién tiene que sucederle, algo que nunca consideró que pudiera ocurrirle por su despreocupación sobre los temas de Estado, y por considerar que no estaba preparado para llevar sobre su espalda el peso de la corona. Dudas que le ayudó a despejar la Reina Fabiola, su gran veladora durante los años de su reinado. Pero que esto lo diga un Rey, es tan insólito como que Juan Carlos pidiera perdón públicamente por su famosa cacería.
Alberto no solo habló de su hijo y de su inexistente relación, también lo hizo sobre su matrimonio con Paola, la reina más bella de cuantas han reinado en Europa en los últimos años. Una italiana extrovertida a la que el encorsetamiento y beatería de la corte belga le asfixiaba, hasta el punto de que pensaron muy seriamente en divorciarse. Si no lo hicieron no fue por falta de ganas sino porque ninguno de los dos estaba dispuesto a renunciar a sus hijos, lo que no impidió que vivieran separados hasta que la jubilación de él, les ha vuelto a unir, como a tantas otras parejas, que una vez se les ha pasado la fogosidad de la juventud, vuelven al hogar dulce hogar, en busca de paz y de tranquilidad.
Saber que Paola y Alberto renovaron sus votos matrimoniales, en una ceremonia íntima celebrada en Marsella, demuestra que nada hay imposible cuando de relaciones sentimentales se trata. De ahí que hoy sean muchos los que piensan que quizá ha llegado el momento de que el Rey Juan Carlos y la Reina Sofía, libres de ataduras superiores, limen asperezas, y olviden, como Paola y Alberto han hecho, cuentas pendientes pasadas.
Rosa Villacastín