Hacienda somos todos y no quiere que se escape la prostitución y sus clientes, dentro de esos ataques de entusiasmo infantil que afectan a los dirigentes europeos y que los españoles secundan con fervor. Me imagino que la Agencia Tributaria deberá formar inspectores especializados, porque no creo yo que ni las profesionales ni los clientes acudan a declarar que han llevado a cabo una transacción para abonar el correspondiente IVA. ¿El 23% para todos? ¿Puede haber discriminación fiscal positiva? Porque las mujeres también son clientas y existen prostitutos. ¿Se tratará igual la heterosexualidad que la homosexualidad? Dado el bajo empleo juvenil ¿habrá exenciones para chaperos jóvenes? Luego está la gran variedad de servicios, porque no es lo mismo una felación simple que una sesión sadomasoquista con sus correspondientes artilugios. Cabría el caso de que los látigos comprados para la sesión desgravaran de los ingresos, claro, y, naturalmente, la ropa interior, tan necesaria para algunas ventas. Me imagino que las prostitutas deberán darse de altas como autónomas. ¿Qué pondrá en el objeto profesional? ¿Terapeutas del amor? ¿Consoladoras comunes a todo género? Pero lo que más me apasiona de esta tontería contemporánea, nacida en Bruselas, es la figura del inspector de Hacienda, transformado en huelebraguetas, y las demandas de divorcio de las parejas planteadas por ella o por él, cuando aparezca una factura que diga: «El jardín del placer». Dos servicios, 350 euros, más una copa de whisky 12 euros, Total 362 euros más 23% de IVA. Cuenta final 445,26.
Naturalmente prostitutas, prostitutos, clientes y clientas de toda Europa, están deseando que se regularice esta situación para pagar el IVA. Y a nadie le extrañará que cuando la profesional le pregunte al cliente «Cariño ¿con IVA o sin IVA?» el cliente, indignado, corra a denunciarla al inspector de putas más próximo. El argumento tiene muchas posibilidades cómicas. Lo que no le veo son posibilidades recaudatorias.
Luis del Val