lunes, noviembre 25, 2024
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Todo es raro, raro, raro

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Vamos por partes porque cuanta más naturalidad se quiere dar a las cosas que no parecen del todo naturales, más se complica el asunto. Y nada de lo sucedido en estas últimas semanas era demasiado previsible: ni el resultado de las elecciones europeas, ni el cada vez más espectacular desparrame del PSOE, ni la abdicación de Juan Carlos I y todo lo que conlleva semejante decisión. Salvo el arbitraje del japonés en el primer encuentro del mundial, todo es raro, raro, raro.

De las europeas está ya casi todo dicho aunque queda la segunda parte, la que no nos compete directamente sino como parte de la Unión; me refiero a los caprichos de la Gran Bretaña que no quiere ni ver a Juncker al frente del invento. Si finalmente los líderes europeos optan por prescindir de él, podrían provocar una situación complicada -como ya ha dicho Almunia- con la Eurocámara, que ha amenazado con vetar a cualquier candidato tapado.

Sobre lo que he calificado como «desparrame» del PSOE -sin ninguna acritud, en plan más bien literario- uno no termina de ver la luz por ningún sitio. A ver, que todos los que se presentan y aun puedan presentarse merecen, faltaría más, el mayor de los respetos, pero habrá que reconocer que no parecen formar parte del equipo titular, que son/eran más de banquillo aunque estoy seguro que muy bien preparados. Pero como alguien ha escrito con una cierta mala baba, sus biografías políticas y vitales cabrían en un twitter y aun sobrarían caracteres. Y si la deseada Susana se ha salido de esta carrera, por algo será, que en esta guerra lo peor que puede ocurrir es una victoria pírrica. ¿Habrá tapados de última hora? Una cosa tengo clara: que no se va a echar de menos a Zapatero (¿quién era Zapatero antes del congreso que le ganó a Bono?) y sí es posible que se añore a Rubalcaba. El tiempo dirá.

 Lo de no robar el protagonismo, no tiene sentido o al menos no lo entiende nadie

Y llegamos así a la noticia madre de todas las noticias: don Juan Carlos I, Rey de España, a los dos meses de «disipar cualquier duda sobre una posible abdicación» -según se escribía entonces-, lo que disipa de un plumazo es su continuidad cogiendo con el pie cambiado a unos, a otros y a los demás: ni las fuerzas políticas ni los que se encargan de las alfombras del Congreso sabían nada de nada. Y pese a que se nos quiere vender que la decisión se tomó a primeros de año, no hay quién compre esa idea porque andan todos de cabeza cada uno en lo suyo: solucionando lo del aforamiento, reponiendo los tapices o convocando marchas pidiendo no tanto una república como la vuelta de la Segunda República con toda su iconografía y fervor.

Han sido -y aun nos queda- tiempos de sacar la sillica a la puerta y contemplar cómo pasa la vida que es mucho más apasionante que contar nubes. ¿Y por qué no va el Rey a la ceremonia de proclamación de su hijo? Lo de no robar el protagonismo, no tiene sentido o al menos no lo entiende nadie. Al contrario. Pero este país es así y o lo quieres de entrada y lo aceptas y tratas de cambiarlo un poco con paciencia, o te das de baja a la voz de ya.

Andrés Aberasturi

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