Un Rey desnudo es aquel que no conoce la verdad, ni siquiera sabe que su traje no existe. Felipe VI ha demostrado que sí sabe de qué va el percal de la España de 2014. Su discurso no se ha saltado ni un solo punto espinoso de los que tiene que acometer y condicionan de partida su reinado: la discrepancia territorial, la falta de respeto a los consensos de la convivencia, el flagelo de la crisis económica e incluso lo que le señala a él personalmente, la falta de ejemplaridad en el pasado de algún miembro de su familia y lo más importante. Su propia legitimidad.
Felipe VI ha sacado una nota excelente en el doble examen a que se sometió ayer, el día de su proclamación. Uno celebrado puertas adentro, en la grave solemnidad del Congreso. La otra, igual de importante, en la calle.
Por un lado con su discurso, serio, claro y sin saltarse nada de lo que estaba en la cabeza de quienes lo esperaban como punto de partida de un reinado clave en la historia de España. Tres cuestiones se colocan en el punto de salida como tres verdaderos Tourmalet para el nuevo Rey de España.
Subrayar la inclusión sobre cualquier atisbo de represión a los movimientos secesionistas es una demostración de estar en la realidad, de tocar el suelo. Es inteligente optar por subrayar la diversidad de lenguas y apoyarla, con dos guiños que sí dan el aire de modernidad sobre los discursos de su padre. La despedida en las lenguas oficiales de España. Y la mención a las glorias literarias de las mismas. La lengua vehicula una Nación, y quizás sea España un modelo para muchos países en el respeto y fomento de las lenguas cooficiales. “En esta España diversa cabemos todos”. El llamado a “trabajar juntos con lealtad”.
“Un Rey constitucional”, “la monarquía parlamentaria”. “Que la sociedad esté orgullosa de mí”. “Esta Nación en la que creo, a la que quiero y admiro”. Son demostraciones de que Felipe de Borbón no se cree tocado por la “gracia de Dios”, según fórmulas de Jefatura del Estado pretéritas. No está desnudo, sabe que la legitimidad, que una parte de la sociedad discute, se tiene que ganar día a día, pero desde el primer día.
Su hermana Cristina no estaba en el Congreso de los Diputados. Está pendiente de si va a ser imputada en la causa en la que ya está inmerso su marido, el cuñado del Rey Felipe VI. De ahí las menciones a “los valores éticos” y declararse “servidor de esa exigencia”. Por ahí comenzó la caída en las encuestas de la popularidad de la monarquía española, al igual que ha sucedido en las coronas de todos los países de alrededor cuando la frivolidad y el enriquecimiento deshonesto ha conducido conductas. Honradez, limpieza, transparencia es lo que reclama la sociedad española y parece evidente que el Rey lo ha entendido y quiere practicarlo.
Sabe que la legitimidad, que una parte de la sociedad discute, se tiene que ganar día a día, pero desde el primer día
Pero no era menos importante que lo que pasaba de puertas adentro, ante el stablishment del país, se viera de alguna manera refrendado en la calle. Y lo ha estado, por varios miles de personas que, enganchados a bandera de España, han jaleado inesperadamente el paso en coche descubierto de los nuevos Reyes. Cuando la calle parecía ser propiedad a veces de quienes más gritaban enfundados en banderas tricolores, la ciudadanos han vuelto a demostrar dónde están, sin convocatorias por redes sociales, ni zarandajas. La gente se ha echado a la calle un día de fiesta de mucho calor a saludar a la máxima representación de un Estado en el que, aunque la “roja” bese el barro, siguen creyendo.
Sin duda en la Casa Real, y quién sabe si en la cabeza del Rey Felipe, estaba el recuerdo del pinchazo lluvioso de aquel 22M de su boda, cuando el Dios de la lluvia hizo una travesura y empapó torrencialmente la ciudad en pleno fasto de la boda principesca. La calle ha respondido, pero no hay que abusar de la paciencia del personal. En los ojos del Rey Felipe había alegría y una mano sincera en el corazón. Un pinchazo callejero, una algarada hubiera tocado gravemente su legitimidad.
Por eso, de la misma manera que su discurso de inauguración del reinado ha sido valiente, también lo ha sido la decisión de recorrer en un coche descubierto –a pecho descubierto– casi 5 kilómetros de una ciudad que vivió hace solo un mes un alarde contestatario. Hay ciudad para todos, hay país para todos. Felipe VI no quiere ser un Rey a hurtadillas, o que se cuele de rondón. Necesitaba ese plebiscito callejero, y ha aprobado con nota.
Felipe VI no quiere ser un Rey a hurtadillas, o que se cuele de rondón. Necesitaba ese plebiscito callejero, y ha aprobado con nota
El Rey desnudo creía que estaba vestido y nadie se atrevía a decirle que no había traje alguno. Ayer Felipe VI apareció con un impecable terno de capitán general azul marino, no color caqui. Un Rey que sabe cómo se viste y que recurre a Cervantes, bien citado y en contexto. Un Rey que habla de escritores y no comienza con un escritor de cámara, sino por Machado, el poeta republicano. Este Rey ha estrenado un excelente traje.
Joaquín Vidal