Yo no sé si el momento elegido por don Juan Carlos para marcharse es bueno, malo o regular. No sé tampoco si como vaticinan algunos aquí va a arder Troya. No sé qué ha pesado más en su decisión, si tanto achaque o el momento político. No me atrevo a aventurar, aunque algún aperitivo hemos tenido ya, qué consecuencia va a tener su abdicación en esto que hemos dado en llamar “la calle”.
No sé tampoco, ojalá, si don Felipe logrará rayar a la altura de su padre ni si doña Letizia acabará por recabar el consenso popular que acredita la reina Sofía. Si me preguntan qué pasará ahora con la imputación de la infanta Cristina o si su marido acabará por cumplir prisión, yo, ni idea.
Ahora, algunas certezas tengo y no me las quita nadie. Tengo la certeza de que este país mío, con sus defectos y sus glorias, no sería hoy el que es si hace cuarenta años nos/les hubiera dado a los españoles por un modelo alternativo a éste de la monarquía parlamentaria que ha encarnado (con sus defectos y sus glorias) el Rey Juan Carlos. Tengo la certeza, avalada por el frenesí de banderas tricolor de estos últimos días, de que aquí republicanos en el sentido político-filosófico del término hay tres o cuatro.
Lo que hay en España a patadas, innegable, es “republicanos del 31”. Y no enumeraré el catálogo de sus nostalgias porque todos las tenemos muy presentes y alguna me puedo dejar. Como además sus nostalgias y sus anhelos son la misma cosa, pues qué quieren que les diga, conmigo que no cuenten.
Ni conmigo, y ahí va el tercero de mis convencimientos, ni con la mayoría de los españoles. “Votemos”, dicen, “no hay que tener miedo a la democracia”… No, si yo miedo no tengo. Yo lo que tengo es la seguridad (otra certeza) de que cuando algunos tratan de enmendar la voluntad mayoritaria de los españoles por el atajo del referéndum interesado, mal pinta el asunto.
Y la especie que circula por ahí para deslegitimar el histórico resultado de aquel 6 de diciembre del 78 y para justificar ahora una consulta Rey sí, Rey no (“hoy hay un montón de españoles mayores de edad que no pudieron votar la Constitución del 78”), a mí sólo me lleva a reflexionar sobre la necesidad también de un nuevo código de la circulación. Yo tampoco había nacido cuando se aprobó.
Dani Hidalgo