En un plis plas, los libros de Historia tienen que pasar de página. No hubo grandes alharacas, ni fastos, ni exhibicionismo de papel couché, pero si un discurso sólido de Felipe VI estrictamente marcado por el papel constitucional de la Jefatura del Estado que ya forma parte de la Historia de España. El nuevo Rey habló de una monarquía renovada para un tiempo nuevo y también de que la corona debe buscar la cercanía de los ciudadanos. Dijo ser consciente de que debe ganarse continuamente el aprecio, el respeto y la confianza de los españoles y se comprometió observar una conducta íntegra honesta y transparente. «Los ciudadanos demandan que los principios éticos y la ejemplaridad inspiren en la vida pública», dijo.
Muchos han criticado en su discurso la falta de innovación
En su primer gran mensaje como Rey trazó una hoja de ruta precisa y lo hizo de forma clara y directa, esbozando prácticamente todos los temas que ocupan y preocupan en nuestro país. Es perfectamente consciente de la delicada situación en la que nos encontramos y también de que deberá consolidar la monarquía parlamentaria del siglo XXI en un momento de grandes desprestigios de la institución que representa. En las casi tres mil palabras de su discurso yo eché a faltar una: CORRUPCIÓN. Se puede decir que se refirió a ella de otra manera y, es cierto, pero yo no soy partidaria de quitar palabras del diccionario o dulcificarlas con sinónimos para que no resulten inquietantes. En su día José Luis Rodríguez Zapatero eliminó la palabra crisis y eso supuso una falta de reacción política que aún estamos padeciendo. Tal vez por eso el Rey Felipe VI debería haber hablado abiertamente de que bajo su reinado la tolerancia será cero con esa plaga que tanto daño ha hecho, no sólo a la monarquía parlamentaria sino prácticamente a todas las instituciones del país desde los partidos políticos a los sindicatos, las organizaciones empresariales y los poderes ejecutivo, legislativo o judicial.
Muchos han criticado en su discurso la falta de innovación e incluso han dicho abiertamente que había demasiadas similitudes con el que pronuncio su padre hace cuarenta años… Sin embargo las diferencias son evidentes. Mientras Don Juan Carlos, con el miedo de la dictadura todavía metido en el cuerpo, hablaba de Franco y Dios, su hijo 40 años después, en una Democracia mayor de edad y consolidada, se mire por donde se mire hablo de Machado, Espriu, Castelao o Cervantes. «No es un hombre más que otro si no hace más que otro» dijo citando al Quijote creando de esta manera su intervención cargada de simbolismo.
La Reina Letizia es una mujer de su tiempo, que esta tragando quina con una dignidad intacta
Es verdad que se le notaba algo nervioso y envarado pero ha recibido algunas críticas por exageradas injustas y así va a seguir siendo al menos a corto y medio plazo. Ni lo va a tener fácil, ni se lo van a poner fácil, ni se ganará el cargo -aunque lo tenga por una mera cuestión de nacimiento- de la noche a la mañana. Nos hemos hartado de decir que Felipe VI- ¡qué horror el nombre!, supongo que le llamaremos Don Felipe a secas acorde con los tiempos que corren- es el Rey mejor preparado de la historia, cosa que es cierta, pero el horno no esta para bollos y ni la institución que representa está para tirar cohetes, ni a los jóvenes de su generación y posteriores les gusta especialmente esta forma de estado. No sólo están los republicanos de convicción y los vergonzantes, que son muchísimos, sino también todos los cabreados por la situación actual y que concentrarán en su figura las culpas ajenas por el mero hecho de estar ahí y ser quien es.
Tampoco la reina consorte Doña Leticia tendrá un camino de rosas. Lo suyo, incluso, será peor que lo de su marido no sólo porque se le haya tachado desde el minuto uno de conversa Republicana- lo cual no es un insulto para otra persona, pero en su caso se hace para herirla donde más le duele-, sino porque concentra demasiadas envidias y por motivos de lo más variado. Es inteligente, alta, guapa y delgada, elegante…., y en torno a ella se ha creado una especie de leyenda urbana machista y absurda para hacerla responsable de todo lo de malo que, pueda tener su esposo y la institución que representan. No soy una especialista en Casa Real pero estos días, como analista política, me he topado con muchos colegas que se dedican a los asuntos de Zarzuela y me ha sorprendido, muchísimo, la inquina y la mala baba, que destilan contra ella. La crítica que le hacen es inmisericorde, dura, ácida, de blancos y negros y da igual el tema: sus operaciones de cirugía estética, el traje elegido para la ceremonia, su forma de entender el cargo de 8 a 3, que conserve sus antiguas amistades o como dijo una periodista de relumbrón «porque es una provinciana con aires de grandeza» ¡que barbaridad¡. Si digo que para mí es una mujer de su tiempo, que esta tragando quina con una dignidad intacta, corro el riesgo de que me llamen cortesana pero lo digo y lo creo. Detrás de su imagen hierática, y fría de portada del Hola hay una mujer fuerte, valiente, trabajadora, inteligente, pegada a la realidad y una gran madre que será una gran Reina aunque a algunos monárquicos de rancio abolengo les espeluzne y a los republicanos más.
Esther Esteban