La exministra Magdalena Álvarez dejó, al fin, la presidencia del Banco Europeo de Inversiones, por su imputación en el caso de los ERE en Andalucía. El cabeza de lista de IU en las elecciones europeas, Willy Meyer, dimite como europarlamentario tras la polémica por su 'eurofondo' de pensiones. Me aseguran que en el seno de UGT se está produciendo una auténtica tormenta tras el escándalo de su financiación en Andalucía, una tormenta que podría costar cabezas en la dirección nacional del sindicato. Todas estas noticias de última hora acompañaron, en la mañana de este miércoles, al gran 'boom' informativo: el juez Castro mantiene imputada a la Infanta Cristina. Y ahora, quizá convenga un gesto procedente de la Casa del Rey. ¿Qué hacer?
Permítame, ante todo, mostrar una respetuosa distancia con respecto al auto del juez balear: excesivamente valorativo, hay pasajes en los que, más que una instrucción judicial, aquello parece un relato novelado, con las muy personales opiniones y apreciaciones de Su Señoría. Pero eso no resta un ápice de valor a la calificación moral -siempre ha de primar la presunción de inocencia- de la conducta de los imputados en este feo asunto 'Nóos' y concomitantes. Ya digo: feo, al margen de las últimas consecuencias penales que vaya (o no) a tener para la Infanta y para su consorte. Impresentables, en todo caso, tales actividades 'mercantiles' -vamos a llamarlas así- en personas que tienen una representatividad y una trascendencia pública.
Ya nunca más la monarquía debe amparar delito de escándalo alguno
Por eso mismo, el flamante rey debe hacer un gesto, acorde con la magnífica trayectoria comenzada estos días, recibiendo a quien tenía que recibir, que eran gentes que no muy frecuentemente pisaban los salones de La Zarzuela. Cierto que Felipe VI se ha distanciado de su hermana y de su cuñado, que no ha pisado charco alguno, que ha evitado cualquier fotografía o gesto de complicidad con Iñaki Urdangarín y con la propia Infanta. Que, por cierto, ya no debe ser Infanta. Ni tampoco duquesa de Palma. En la mano del rey está acelerar las previsiones para que su hermana pierda estas prebendas que aún le quedan y que, obviamente, no merece. Si torres más 'ejecutivas' han caído estos días, y quizá en algún caso (pienso en Willy Meyer) no merecían esta caída, ¿en qué se justifica que una figura ya tan polémica como doña Cristina de Borbón, la ciudadana Cristina de Borbón, aún mantenga tales honores, al margen del proceso que se le sigue?
Creo, con Concepción Arenal, que hay que odiar el delito y compadecer al delincuente. Pero creo también que, al margen de que esté o no arrepentido y de que pueda o no volver a repetir sus fechorías, el delincuente tiene que resarcir a la sociedad lo que le ha quitado, que a veces es algo con mucho más valor que el dinero. Y lo digo, naturalmente, presuponiendo todas las inocencias del mundo, porque hay un bien superior que preservar: por ejemplo, una institución que, hoy por hoy, encarna la estabilidad de España y que, como bien dijo quien la encarna, ha de ser renovada cuando ha llegado un tiempo nuevo. Ya nunca más la monarquía debe amparar delito de escándalo alguno. Degradar en la plaza pública a alguien tan cercano como una hermana es, cómo no, doloroso. Pero peor es propiciar la sospecha de que aún existen privilegios que hacen que la aristocracia no sea el gobierno de los mejores. Un gesto, Majestad.
Fernando Jáuregui