A José Martínez Ruiz Azorín, de común, lo herían las palabras largas porque no podía encliticarlas.
El uso de enclíticos, para Azorín, era lo que más placer le daba a su magín. Sentíase a gusto, como ante la gran pantalla, contemplando el pródigo descotar de tetas de vampiresa, embarnecida su bragueta, aunque ya viejo, como para utilizar una toalla.
Azorín, de Larra, hacía españolas lecturas encliticadas. Lo suponía, a Larra, doblado sobre su cintura bisagra, como él mismo al sexo solitario inclinado, encliticado.
De ahí que no supiera, aunque lo viera, que Ava Gardner era animalona y perversona y borrachona y hasta un poco ramera gulosona.
Leyóla un día, Azorín, decir entrevistada que en el amor mucho contaban los buenos encomenzamientos, para no acabar virada, y trató el mayúsculo escritor así de meneársela, escotofílico en la foto revistera de la hermosa, mas le falló el músculo: en vez de la golosura de los labios de Ava llenaba su cabeza la palabra tan larga.
Encomenzamiento, encomenzamiento, se repetía Azorín cuando su ipsación encomenzaba, pero nada. Tampoco, aquella vez, con la Garbo, la afilada Greta por él tan evocada.
¿Por qué traducirían así, en tontería, la que sin duda fue divina palabra de Ava? ¿O acaso sería, pardiez, que Ava, de Greta, ni un mínimo porcentaje de diez?
A lamentarse comenzaba Azorín de que su tranca se le torciera sin fin.
A suspirar comenzaba Azorín porque la paja era lo que se le encliticaba, y no de Ava Gardner aquella palabra tan larga, para en sus imaginaciones conseguir amarla.
Urgía un manual de estilo en cortito para que no pudieran hacer desmanes tales los periodistas tontitos.
Y encliticado él mismo sobre su cintura, mas con la picha espichada, se fue al cuarto de baño para escribir un artículo, mientras defecaba, muestra de la más hispánica cultura, y maldiciendo a Dominguín porque, él sí, a la hermosa Ava animalona seguro que se beneficiaba.
Murióse en tiempos, de amores, el buen Larra de los sinsabores. No murió sin embargo Azorín porque no se le pusiera gordo y duro el pitilín. Anduvo torcido un tiempo, dándose al cipote pobre algunos tientos, mas nada, ni modo; siempre en lo sucesivo lo tendría bobo.
Si el enclítico viene del latín enclíticus, y éste del griego enklitikós, de enklinõs, que significa inclinado, Azorín tuvo que dejar en lo sucesivo las cinematográficas pajas para rellenar de aserrín su prosa cinematográfica hipospadiada.
(Todo empezó cuando el ABC, pardiez, encargó con Ava la animalona una entrevista al Azorín que tanto se ipsacionaba la zona):
Azorín: Sé de buena tinta que usted, en realidad, no gusta de las corridas de toros; que es defensora de los animalitos y de las plantitas.
Ava Gardner: Y usted plagió descaradamente al pobre Oscar Wilde para escribir Doña Inés, esa mala traslación de El retrato de Dorian Gray… Me lo dijo Hemingway y lo ratificó ese viejecito tan cascarrabias pero simpático, Pío Baroja, que aunque parezca mentira tuvo amistad con Wilde, Don Oscar.
Azorín: En fin, dejémoslo… Sabemos, a pesar de lo que usted proclama a propósito de Luis Miguel Dominguín y Mario Cabré, que en realidad tuvo los tratos carnales con el torero chino Chinito de Francia.
Ava Gardner: De entrada, le falla a usted la información. Chinito de Francia no es chino, sino francés, hijo de padre polaco y madre vietnamita. Se llama en realidad Lucien Orlewsky. Debería consultar el Cossío más a menudo.
Azorín: Prefiero leer Épica y lírica del fútbol, de Julián García Candau, pero vale… Aunque, seguro que no me equivoco en lo de su historia de cama con el tal Lucien Orlewsky, alias Chinito de Francia.
Ava Gardner: No fue una historia de cama. Lo de la cama pasó con Dominguín y Cabré.
Azorín: Me lo confió un banderillero, …
Ava Gardner: Mintió; los banderilleros son cotillas y mitómanos cual marujas… Tuvimos Chinito y yo una historia en el coche de la cuadrilla, pero cuando llegábamos ya a Madrid, pues iba él a confirmar su alternativa en Las Ventas. Fue a la altura de Torrelodones, más o menos.
Azorín: ¿Allí, en el coche, con los picadores y todo?
Ava Gardner: Pues, sí; resulta que Chinito de Francia es un mitómano y quiso repetir lo que cuentan de Luis Miguel Dominguín conmigo, que lo hicimos en un taxi, camino del Aeropuerto de Barajas, y yo, que iba dormida, me enteré de la cosa cuando ya tenía mucho camino adelantado… Así que me relajé y dejé que Chinito hiciera…
Azorín: ¿La violó, eso insinúa?
Ava Gardner: Hombre, no tanto… Es cierto que resulta difícil encontrar a alguien más fascista y chafardero que un taurino francés, ni siquiera la Marine Le Pen, pero la verdad es que, como digo, me dejé hacer. Quería comprobar si es verdad que los chinos la tienen tan pequeña como contó García Márquez que dijo Fidel Castro que la tenían, después de recibir de China, como donativo, un cargamento de condones para los cubanos… Puro afán antropológico, más o menos cultural, que tengo…
Azorín: Ya, pero Chinito de Francia no es chino, usted misma lo ha dicho…
Ava Gardner: Bueno, pero es medio vietnamita, y los vietnamitas tampoco gastan gran carajo… Y es medio polaco, y los polacos, como son más papistas que el Papa…
Azorín: ¿Qué tiene que ver eso con el calibre?
Ava Gardner: No, nada… Pero lo importante, más que el tamaño en sí, es el coeficiente de dilatación, ¿no? Como Frank, el Sinatra, je, je, je… Y como los polacos siempre están rezando, pues resulta en verdad difícil que su coeficiente… ya sabe…
Azorín: Hombre, entonces no sería tan agresivo, el pobre Chinito…
Ava Gardner: No, sí sólo me hizo cosquillas en el felpudo, fue gracioso… Y los picadores silbando La Marsellesa, como si no se enterasen…
Azorín: ¿De dónde le viene a usted, entonces, su aversión a la fiesta de toros?
Ava Gardner: Bueno, vale, hablemos de eso… Viajé con ellos porque se ofrecieron gentilmente a traerme a Madrid, pues quiero ayudar a los conservacionistas a erradicar las corridas de toros… Por lo demás, soy zoófila, en el buen sentido, claro… Desencantada de los hombres, o del ser humano en general, por decirlo mejor, y no encontrando ya lenitivos en el alcohol, he decidido dedicarme por entero a los animales y a las plantas.
Azorín: Pero, bueno… Que Chinito de Francia tuviera la colita pequeña, y que encima su coeficiente de dilatación no fuese el de Frank Sinatra, no es motivo para… Además, un toro de lidia no es el minotauro de Picasso.
Ava Gardner: No, hombre, qué bestialidad… Amo a los toros platónicamente, como se suele decir. Soy zoófila en espíritu. Además, como suele decir un crítico taurino, Joaquín Vidal, los toros y los hombres se parecen mucho, perdonando la manera de señalar. Pero yo no me acuesto con toros. Y ya, ni con hombres.
Azorín: Me deja más tranquilo… ¿Y lo de las plantas?
Ava Gardner: Resulta que, desencantada de los hombres, y enamorada platónicamente de los toros, cayó en mis manos un libro de la sexóloga Ann Hopper, en el que habla de los muchos goces solitarios que una mujer puede procurarse con el suave tacto de una planta… Es mucho más delicado y fino que hacérselo con pinzas de la ropa, o con un cepillo de dientes, como recomiendan en las películas pornográficas… Poniendo el tiesto en el salón, por ejemplo, y agachándonos sobre y hacia la planta, en un movimiento como de baile y con las piernas abiertas, para rozar nuestra flor con la planta, se goza de veras. Me lo paso mejor que cuando en las noches del Castellana Hilton me subo a la mesa, me acuclillo y hago pis en las copas de los hombres que me acompañan y jalean…
Azorín: Mañana mismo regalaré cactus mexicanos a mis compañeros de la RAE.
José Luis Moreno-Ruiz