domingo, noviembre 24, 2024
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El valor de Alfredo

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Lamento no haber podido estar el pasado jueves en el Congreso. En estos tiempos complejos en los que se cuestiona hasta lo incontestable, sé que esa imagen, ese gesto, ese aplauso a Alfredo Pérez Rubalcaba no vale por mil palabras, pero en parte simboliza el mínimo reconocimiento indispensable a alguien que ha engrandecido la política española. No le hace justicia, pero ayuda a paliar la injusticia. Por eso lamento no haber podido participar en ese aplauso. Lo lamento muchísimo.

Hace décadas que nos conocemos, son mil las batallas que hemos compartido, a veces en trincheras diferentes, las más de las veces en la misma –y no me atrevería a decir en cuáles nos hemos dejado más pelos en la gatera pues es bien cierto que las peleas más dolorosas son las que tienen lugar en el seno de la propia familia–. No obstante, quiero aprovechar la ocasión para dejar constancia de algunas cosas que merecen ser dichas en honor a la verdad. Y a la persona.

Porque sé que Alfredo no lo ha hecho ni lo hará, lo primero que quiero hacer es reivindicar su papel en nuestro mayor logro como sociedad: la derrota del terrorismo. Sin duda, un logro colectivo de toda la sociedad española, singularmente de la vasca, pero en el que Alfredo jugó un papel crucial, sabiendo pilotar con inteligencia y templanza el final del terrorismo en momentos, además, en que la vida política española alcanzó picos de vileza inusitados, que espero queden desterrados para siempre.

Si ese logro no justifica una vida política, si ese servicio público no concita el reconocimiento unánime, es que este país no tiene remedio. A Alfredo le honra no haber utilizado políticamente el terrorismo, para oprobio de quienes sí lo han hecho y con palabras que duele traer a la memoria, pero merece que se le reconozca por ello, por el fondo y por la forma.

Lo fácil en ese momento habría sido irse. Pero el partido le pidió que tomara las riendas de la dirección política y lo hizo a sabiendas de la división que anidaba en su seno

Lo segundo que quiero valorar es su valentía al aceptar encabezar la candidatura socialista del año 2011 sabiendo lo que se venía encima: son muy pocos los que se exponen a una derrota segura y en un contexto tan difícil como el vivido aquel verano, cuando hubo que echar toda la carne en el asador para evitar que España cayera en el pozo del rescate. Alfredo lo hizo, lo explicó y empezó, además, a sentar las bases del giro que la política económica europea necesitaba. Vistas las últimas medidas que ha ido tomando el BCE, no está de más recordar que son las que él reclamaba hace ahora tres años.

Lo fácil en ese momento habría sido irse. Pero el partido le pidió que tomara las riendas de la dirección política y lo hizo a sabiendas de la división que anidaba en su seno, logrando además algunos hitos no suficientemente valorados: la propuesta para una reforma federal de la Constitución y la reformulación del proyecto socialista nacida de la Conferencia Política del pasado otoño. Comprendo que al Partido Socialista se le exija más que a ningún otro, pues ha sido la columna vertebral del actual período democrático. Lo que no comprendo es que se haya minusvalorado la única propuesta de fondo presentada por un partido político para renovar el proyecto común de convivencia.

Ese trabajo, sin embargo, no ha sido suficiente para recibir mejor respuesta electoral. Y en ese contexto, ha hecho lo que muy pocos se atreven a hacer en nuestro país: reconocer la derrota y dar paso a un nuevo liderazgo. Savia nueva para un tiempo nuevo.

Así es la política. Te da lo mejor, la oportunidad de servir a tu país tomando decisiones que cambian la vida de la gente. Pero también lo peor, la permanente sensación de estar bajo sospecha por propios y extraños, incluso en temas de Estado como la lucha contra el terrorismo.

Ahora que está de moda denigrar a los políticos como casta, quiero decir que se necesita mucha casta para estar al pie del cañón en momentos de dificultad como los que ha atravesado nuestro país en los últimos años. Desde luego, mi reconocimiento y mi agradecimiento a Alfredo. Si grandes han sido las responsabilidades, tanto o más lo ha sido la persona.

José Blanco

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