Unos dicen que la casa está en pleno periodo de acoso y derribo. Otros, los de la botella medio llena, que el dinero de la Sepi va a solucionar todos los problemas. Entre una y otra teoría lo que está claro es que en RTVE ya han abierto la puerta para que vayan saliendo los señalados por el dedo acusador. De momento han salido dos, pero parece que van a ser muchos más los que irán abandonando de manera paulatina sus instalaciones.
Eso sí, sólo saldrán o los que les obliguen a irse o los que, en un acto de vergüenza torera, pretendan demostrar que no quieren seguir llevándoselo crudo por no hacer nada. Que es difícil que eso ocurra, es cierto, pero de vez en cuando ocurren también milagros.
Y es que ahora nos hemos enterado, según el presidente del Sindicato Independiente de RTVE, Juan Manuel Hidalgo, que Alejandro Flórez, el director adjunto de TVE, el segundo de Ignacio Corrales y uno de los muchos contratados externos de la casa, se lleva 20.000 euros todos los meses. La pregunta no es cómo es posible que le paguen tanto sino si él ganaba eso cuánto ganaría su superior.
Lo mejor es que tanto uno como otro se lo han estado llevando crudo por nada. Y es que eso es lo que podría decirse de alguien que cuando llega a una cadena que tiene un 11,5% y se va dejando la misma con una cuota del 9,5%, que recogió unos informativos líderes y que ahora son la tercera opción y que ha acumulado una deuda que antes no existía. Nadie parecía pedirles responsabilidades por su labor. Ellos iban a su despacho, sin tener necesidad siquiera de fichar en el mismo, decían que sí o que no a cualquier proyecto que se les presentara y se marchaban luego a sus casitas sin importarles si habían contratado un «ferrari' o un «seiscientos».
Así han permitido que los telespectadores se rieran de sus mayores o de la gente rural viéndoles hacer el ridículo en programas como 'Generación Rock' o 'El pueblo más divertido', respectivamente; que la gente hasta viera bien que se gravara al mundo de la cultura con un IVA mayor que el 21% por concursos como 'Letris'; que echáramos de menos a John Travolta y su Tony Manero de 'Fiebre del sábado noche' por espacios como 'Mira quién baila'; que alabáramos los culebrones venezolanos después de ver 'Gran Reserva: el origen'; o que a más de uno le entraran ganas de convertirse en psicópata para cargarse a Javier Gurruchaga y Carlos Latre al contemplar 'Uno de los nuestros', sobre todo por manchar el título de la célebre película de Scorsese.
Formato que contrataba esta gente, formato que fracasaba. Pero ellos seguían cobrando religiosamente sus sueldos millonarios cada mes. Que no gustaba, pues sería cosa de la fragmentación de la audiencia. Que en la calle o hasta en el Parlamento se criticaba la nula calidad de todos esos espacios, pues sería porque la gente no tiene ni idea de televisión. Ellos, tampoco, pero eso era pecata minuta.
Es el trabajo perfecto. Remunerado como ningun otro (un eurodiputado cobra algo más de 8.000 euros al mes, Rajoy unos 6.500 al mes, los ministros no llegan a 6.000, y un diputado del Congreso unos 2.800), en el que no tienes que fichar y en el que nadie te pide responsabilidades. Efectivamente, a ver qué idiota decide largarse de esa casa por voluntad propia. Por mucho que algunos le aplaudiéramos, la mayoría le llamaría «idiota».
No me extraña que Montse Abad, la directora de Contenidos de TVE, esté siempre riéndose mientras habla en una rueda de prensa. Si cobra como Flórez (nadie pondría la mano en el fuego por lo contrario) seguro que seguiría con una sonrisa de oreja a oreja incluso si estuvieran bombardeando Prado del Rey o el Pirulí. Qué envidia. Qué asco.
La mosca