Nada tengo contra 'Podemos' y menos aún contra su máximo dirigente, Pablo Iglesias. Vaya esto por delante. Obviamente, no sería mi opción política -suponiendo que la tuviese–, pero la respeto y creo que sirve para vivificar el necesario debate nacional. Aunque algunos, en 'Podemos', se sientan heridos en cuanto se dice que han presentado un programa económico imposible y, en lo social, a veces poco deseable. Por lo demás, ni suscribo ni creo algunas de las imputaciones que contra Iglesias se lanzan en algunas tertulias y cenáculos, falsías que solo contribuyen a aumentar el ego del personaje y la difusión de su movimiento.
Pero ocurre que soy periodista, nada más que eso, nada menos que eso. Llevo cuarenta y tres años en el ejercicio de la profesión -en el pecado llevo la penitencia, lo sé, Iglesias- y desconfío, por principio y por lo que me ha enseñado la práctica, de cuantos hablan de la necesidad de 'regular' los medios, «o por lo menos a una parte», como apostilla el líder de 'Podemos'. Eso no da nunca buen resultado: ni los consejos reguladores, ni los decálogos pretendidamente deontológicos, ni los tribunales de honor o deshonor. Y, por cierto, ¿quién decide qué parte' de los medios es susceptible de control?
Y sigue Iglesias con su notorio desconocimiento de lo que debe ser un buen funcionamiento de eso que se llama libertad de expresión: el eurodiputado asegura que le resulta «extremadamente sencillo» afrontar las entrevistas de los periodistas de los medios «convencionales» porque «repiten exactamente las mismas preguntas». Esto se debe, según ha explicado, a que «en general suelen documentarse a partir de lo que escriben otros periodistas». Ignoro qué entiende el señor Iglesias por periodista 'convencional' y qué por 'buen' o 'mal' periodista. Temo que no llegaríamos a coincidir.
Pero me resisto a pensar, todavía, que él juzgue que el modelo ideal de prensa libre es el bolivariano, sí, ese que cierra periódicos y emisoras de radio y televisión, ese que obligaba a los medios a emitir fragmentos de los discursos del presidente. Necesito, para saber a qué atenerme, en qué consiste esa «libertad de prensa sin condicionantes de las empresas privadas o la voluntad de los partidos políticos» que él predica, para añadir a continuación que sí debe existir un 'control público' para regular los medios de comunicación. ¿Control público a cargo del partido gobernante? ¿Del Parlamento? ¿De organismos colegiales, de colegas, de amigos, de enemigos?
Por una vez voy a ir más lejos que Pablo Iglesias: controles, no, gracias. Ya tenemos la legislación vigente para asegurarnos de que no proliferan (excesivamente) los desmanes. Como muchos que dejan pasar ciertos sedicentes órganos de control que yo me sé, por ejemplo en Cataluña. No podemos aceptar esa visión de la comunicación de Podemos, lo siento.
Fernando Jáuregui