Suele contarse, aunque la historia no sea cierta, que el califa Umar ibn al-Jattab ordenó quemar la biblioteca de Alejandría. Todos los libros sobran, pensaba el prudente califa: algunos contradicen el sagrado Corán y los demás son redundantes. Ya que con el Corán nos basta, quémense todos los libros.
Un editor noruego, Christian Kjelstrup, sostiene que El libro del desasosiego es el mejor libro del mundo. Al margen de la evidente valía del libro de Pessoa, a uno le parece que ese afán por clasificarlo todo basándose en los pretendidos méritos objetivos de cada cosa, sobre todo en lo que se refiere a ese pequeño universo siempre en expansión que es el de los libros, resulta no ya algo fatuo sino incluso bastante pueril. Esa obsesión taxonómica que inunda cada vez con mayor fuerza casi todos los ámbitos sociales llega al punto, en algunos casos, de ocultar lo que debería realmente importar. De esta manera, se llevan a cabo estudios sesudos y encuestas complicadas, se establece la clasificación científica, se publican los resultados y luego el asunto principal – en este caso, la lectura como actividad gratificante – se relega al definitivo olvido. Es entonces cuando uno se pregunta sobre los motivos que han llevado al autor de la lista de libros meritorios a situar muy por delante de alguno que se recuerda haber leído con agrado, otros que a duras penas pudieron terminarse.
El editor noruego, convencido de haber descubierto el mejor libro del mundo, ha ido todavía más allá. En una recoleta tienda de Oslo ha abierto la que ha bautizado como La librería del Desasosiego, en la que se vende única y exclusivamente el libro del poeta portugués. Esto, que puede parecer una extravagancia, ha resultado no serlo tanto. La original propuesta ha sido recibida muy positivamente. El público, algo escaso durante los primeros días, ha ido multiplicándose hasta formar una larga, ordenada y tranquila cola, como no podía ser de otra manera en las civilizadas calles de Oslo, respetada incluso – faltaría más – por los príncipes herederos de aquella nórdica y discreta monarquía.
Los lectores hispanoparlantes también deberían acercarse sin miedo a este libro
El ejemplo se ha repetido después en las calles de Lisboa. Una conocida tienda de artículos tradicionales portugueses ha llevado al cabo un experimento similar, substituyendo durante cierto tiempo todos los ejemplares de su librería por los del libro de Pessoa. Habrá que esperar ahora unos días para saber si los lectores lisboetas, al igual que hicieron los noruegos, aunque sin respetar el orden de la que suponemos será algo caótica fila, acuden raudos a comprar un ejemplar del Livro do Desassossego cuyo título, desbordante de sinuosas eses, cree uno que habría que mantener en su idioma original.
Los lectores hispanoparlantes también deberían acercarse sin miedo a este libro, tan certeramente traducido al castellano por Manuel Moya, quien lo define como “un bosque de múltiples senderos”. Tal vez fuera todavía mejor que se adentraran también por lo que ese gran especialista de Pessoa que es el colombiano Jerónimo Pizarro ha definido como el “universo rescatado”, en alusión a los increíbles treinta mil folios recuperados del famoso baúl perdido del poeta que, a un ritmo más o menos ágil, van viendo la luz en los elegantes volúmenes de la editorial Ática.
Ignacio Vázquez Moliní