lunes, noviembre 25, 2024
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Los patos de RTVE

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Porque había patos. Por los jardines de Prado del Rey, entre los coches que buscaban un hueco para aparcar. Tenían, creo recordar, hasta un pequeño estanque propio. Pero el caso es que había patos en RTVE y siempre sospeché que su desaparición repentina fue el principio del fin. Los patos no llevaban «cipol» y nadie supo contestarme nunca, pese a mi insistencia en preguntar, si aquellos bichos pertenecían a TVE, a RNE o al «ente». Debió de haber un conflicto de intereses de forma que a los pobres patos les aplicaron un ERE definitivo sin negociación previa y vaya usted a saber dónde andan ahora, seguramente disfrutando de los paraísos del señor de las aves.

 La publicidad de TVE era la gran ubre de la que vivía tanta gente 

Lo malo es que cuando quitaron los patos nadie pensaba que lo siguiente en caer eran dos ajustes de plantilla muy amplios que, teóricamente, iban a dejar a la vieja dama reducida a su tamaño perfecto. Pues ya se ve que no, porque el «descanse en paz» se lo dio por sorpresa una mañana la vicepresidenta de ZP, María Teresa Fernandez de la Vega, que ordenó quitar la publicidad de TVE de un día para otro. ¿Cómo se iban a financiar la 1, la 2, 24h, TD, el canal internacional, las cinco emisoras de RNE, la Orquesta, el Instituto? La publicidad de TVE era la gran ubre de la que vivía tanta gente y sustituir los anuncios con un plan absurdo de financiación exigiéndola, además, una programación seria, cultural, alternativa y toda esa literatura que luego desemboca en «El pueblo más divertido» (ay), era anunciar el final de aquella vieja dama esquilmada por tantos, vendida, estafada y hasta humillada con programas que no tienen publicidad pero sí patrocinios siempre que no se note mucho y con equipos directivos que venían de lejos, del negocio puro y duro y durante el tiempo que ocupaban la poltrona se preocupaban más de dejar amigos agradecidos y bien pagados para su propio futuro que de apretar las tuercas a unas productoras privadas que no entendías qué pintaban allí, en una casa donde, en todo caso, sobraban grandes medios y buenísimos profesionales.

Aquella gente no sentía nada por la vieja dama y disparaban con talones ajenos. Llegaban, tomaban posesión de la cosa y llenaban los despachos adyacentes de amigos personales. Luego se iban o les echaban pero los amigos se quedaban ahí, ocupando un lugar y cobrando el mismo sueldo. Y venía el siguiente y vuelta a empezar. Las productoras externas hacían el trabajo que tendría que hacerse dentro -y en muchas ocasiones todo lo ponía TVE y encima pagaba- y se utilizaban empresas privadas para hacer cosas que toda la vida se habían hecho dentro y muy bien.

Es fácil entender la debacle de RTVE, incluso era más que predecible desde el momento que un gobierno socialista se plegara a las presiones de las privadas y dejara sin publicidad a TVE lo mismo que la dejó sin patos. Y de la misma forma que no hubo alternativa válida para las aves, tampoco la hubo para financiar los excesos de la vieja dama, de aquella RTVE que ahora vive su momento más triste porque no supo o no quiso hacer bien el camino: se quedó con los directivos y echó a los creadores. Y claro, era lo contrario.

Andrés Aberasturi

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