En España se han importado, aparentemente de los EEUU, dos importantes prácticas políticas. Se trata del debate del estado de la Nación y de las primarias para seleccionar a un candidato electoral. ¿Se han aclimatado bien a nuestras tierras?
Respecto al debate, en los EEUU se trata de un “Discurso del estado de la Unión”. No hay debate. Solo hay el discurso del Presidente. El primero corrió a cuenta de George Washington en 1790. Para respetar la separación de los tres poderes el Presidente estadounidense no comparece en las Cámaras legislativas para debatir su política pero puede dirigirse en sede parlamentaria a los senadores y congresistas para exponer su política y opiniones. En este sentido su discurso anual sobre el estado de la Unión en el Capitolio tiene un carácter especial. En España el debate del estado de la Nación convierte una vez al año en especial la labor por desarrollar todo el tiempo, semana a semana, controlando al gobierno, Presidente incluido, y debatiendo cualquier cuestión.
En los EEUU las estructuras de los partidos son débiles porque los representantes y cargos electos son elegidos en circunscripciones uninominales y no en listas de partidos por lo que son estos representantes elegidos los que tienen la sartén por el mango al responder directamente a sus electores. Las primarias fueron un medio para medir qué candidato de un mismo partido era el más idóneo para competir por un escaño u otro cargo electo.
En España las estructuras de los partidos son fuertes. Una forma de reducir ese poder interno, si se quisiera, sería pasando del actual sistema proporcional a uno de circunscripción uninominal a una vuelta, como en el mundo anglosajón, o a dos vueltas, como en Francia. Las primarias pueden incluso llegar a tener un efecto contraproducente si gana un candidato que no es el líder previamente elegido del partido que sea. En tal caso lo que ocurre es que queda desautorizado y debilitado quien ostentaba ese liderazgo y no sale mucho mejor parado el “nuevo vencedor”. Ocurrió cuando Almunia, previamente elegido Secretario General del PSOE, perdió unas primarias internas para ser el aspirante a la Moncloa y se produjo una desastrosa «bicefalia», rompiéndose la unidad del partido. ¿Se imaginan que ocurriría si Madina o Sánchez gana el congreso de julio y luego el otro gana las subsiguientes primarias abiertas? ¿O un tercero en discordia? Un posible desastre. Y Rajoy dando botes de alegría en su tumbona de Peridis. En un partido solo puede haber un líder (bien rodeado). Lo que hay que saber es cuándo y cómo elegirle. Lo demás puede ser marear perdices y dispararse un tiro en el pie. Así obtuvo Aznar su segunda victoria electoral con una mayoría absoluta en 2000 a costa del PSOE.
El voto directo de los militantes para elegir a su líder, o lideresa, es un avance democrático. Ahora bien, los que peinan canas recordarán que Felipe González le echó un pulso a su partido a cuenta del marxismo. ¿Lo hubiese ganado entonces con un voto directo de los militantes? De no haber sido así el PSOE hubiera pasado a la irrelevancia y no hubiera gobernado. Los militantes del PSOE, esta vez como actores directos, deben elegir ahora su nuevo líder con sentido del Estado si quieren que su partido sea de gobierno.
El Debate del Estado de la Nación, que siempre gana el gobierno de turno, puede desvirtuar los debates semanales en el Parlamento, que en su conjunto debieran de ser más importantes. Las primarias tendrían más sentido modificando el actual sistema electoral proporcional a uno de circunscripciones uninominales. Al menos el sistema alemán que combina ambos. En cuanto al voto directo de los militantes para elegir a su líder exige mucho de las bases. Seguramente estarán a la altura en el caso socialista. De lo contrario, sobre todo si el PSOE gira hacia IU y Podemos, dejará el centro político a otros y la gobernanza del país eternamente al PP. Hace bien Susana Díaz en recordarlo. Harán bien los candidatos y la militancia en asumirlo.
También harían bien en considerar todos qué acuerdos o coaliciones son posibles en el caso de que ningún partido tenga suficientes escaños para gobernar solo tras las elecciones de 2015. Quizás puedan el PP o el PSOE organizar con otros partidos coaliciones con su propia coloratura, azul o roja, pero quizás también deban inspirarse de la gran coalición alemana. Dependerá de la matemática de los escaños y de la situación del país. El SPD obtiene más cosas para sus electores gobernando en coalición con la derecha que si se hubiera quedado en la oposición. Mejor esto que denostar pasionalmente las “grandes coaliciones” en Alemania y en el Parlamento Europeo donde Cameron y Le Pen son los grandes derrotados por el acuerdo entre socialistas y populares, que refleja, lógicamente, la fuerza electoral de cada cual. Igual tiene más escaños en 2015 el PSOE que el PP.
En el PSOE su mejor dirigente, Felipe Gonzalez, supo ejercer un liderazgo firme teniendo en cuenta los intereses generales del país sin perder su perspectiva progresista. Nunca se dejó llevar pasionalmente por la calle ni dentro ni fuera del partido.
Carlos Miranda es embajador de España.
Carlos Miranda