De nuevo estamos en tiempos de regeneración. Pero al igual que en el 98 o en los tiempos de la última guerra civil, son demasiados los que hablan y pocos los que proponen salidas. En general, los españoles somos reactivos, uno de nuestros grandes defectos. En el campo institucional, económico, político, no dedicamos tiempo a reflexionar y proponer dónde queremos/debemos estar dentro de cinco o diez años. Preferimos reaccionar a los acontecimientos con ese defecto que es la improvisación.
Reaccionamos al BOE, a las catástrofes, a las sorpresas, en lugar de adelantarnos y marcar los tiempos. Eso está pasando hoy en la educación, en la política, en las elecciones del PSOE, en la economía o en la Justicia. Si alguien no lo remedia, en cinco o diez años tendremos un Estado de Derecho devaluado, un tejido cívico inexistente, con ningún poder de decisión real, y una Justicia nada independiente que sólo será para los que no tienen nada o para los que no sólo casi no la necesitan sino que la pueden condicionar.
Hace unos días asistí a la entrega del Premio Scevola -un galardón a la honestidad y la ética- a la jurista Elisa de la Nuez, una persona que sí se compromete críticamente y que sí está presente en el debate de propuestas para salir de donde estamos. En el blog «Hay Derecho?», junto con otros cuatro editores y una larga lista de colaboradores inteligentes e independientes, y en otros foros están denunciando día a día la quiebra del Estado de Derecho y de las instituciones, lo que abre el paso a aventuras poco democráticas, a populismos y a otras enfermedades políticas más graves. Decía Elisa que a sus padres les sorprendía que le dieran un premio por defender la honestidad, el rigor o el esfuerzo, cuando ese es el comportamiento exigible a todos.
O vamos hacia Estados sólidos justos y transparentes o iremos hacia modelos como la democracia
En ese acto se dijeron cosas evidentes, pero intencionadamente olvidadas: todo poder dentro de un Estado debe estar limitado por normas jurídicas, una conquista a la que no podemos renunciar. El poder incontrolado siempre perjudica a los más débiles y eso es malo para éstos, pero sobre todo para el Estado de Derecho. O vamos hacia Estados sólidos justos y transparentes o iremos hacia modelos como la democracia bolivariana. El cambio depende de nosotros, de nuestra implicación personal, de que seamos capaces de despertar conciencias y comprometerlas en la defensa del Estado de Derecho.
Allí se dijo que hay muchos juristas complacientes y muy pocos juristas resistentes y que los juristas no son los dueños de la Justicia -tampoco el Ministerio, el Consejo del Poder Judicial o los altos tribunales-, sino sólo depositarios y administradores. Los titulares de ese derecho son los ciudadanos, a los que muchas veces los políticos burlan. La Justicia, dijo una fiscal, debe ser ciega, pero no puede ser manca porque necesita que las dos balanzas estén verdaderamente equilibradas para que no sólo se actúe legalmente sino con igualdad de armas. Esas diferencias separan la democracia manipulada de la democracia avanzada.
Francisco Muro de Iscar