Otro timador y encantador de serpientes ha aparecido en el panorama económico español. Dice el ministro de Economía que el 'caso Gowex' es un caso singular y realmente no nos ha tranquilizado. Damos por sentado que las empresas en España no actúan así y que hasta ahí podríamos llegar si casos como este fueran el pan nuestro de cada día.
No lo son, pero pasan con demasiada frecuencia para un país mayor. Y lo más sorprendente, hay que legislar para que no se repita. Creo que lo mismo se dijo cuando saltaron Banesto, Gescartera, Ruiz Mateos, Díaz Ferrán o las preferentes. Es cierto que los sinvergüenzas suelen ir por delante de cualquier legislación que quieras hacer, pero es que este tipo llevaba cuatro años engañando a todos. Había recibido premios, créditos, halagos. La empresa llegó a valer 1.900 millones de euros y resulta que apenas sus ingresos rozaban los 20 millones de euros. Cómo es posible que nadie en este país, ni fuera de él, se dieran cuenta de lo que estaba pasando, de la gran mentira de este profesional del engaño llamado Jenaro García. Al final, menos mal que una empresa americana y pequeñita se dio cuenta de la falsedad de las cuentas y paró este disparate que podía haber hecho un roto mucho mayor del que ha hecho.
En principio, los delitos que presuntamente podría haber cometido son muy graves y están penados con varios años de cárcel. Dice García que lo siente mucho, pero esto obviamente no es suficiente. Mucha gente ha perdido su dinero, muchas instituciones han quedado dañadas y sobre todo se ha hecho el ridículo y se ha puesto en solfa un mercado alternativo de financiación a empresas de tamaño medio y pequeño que ahora están que no les llega la camisa al cuello. Tampoco habría que precipitarse y cargarse este sistema, lo que hay que hacer y rápido es cargar contra el creador de este cuento y sobre todo contra su patrimonio para resarcir aunque sea en parte a sus víctimas.
Aquí hay muchas culpas a repartir y muchos fascinados que deberían pedir perdón. En todo caso, para qué sirve tanta legislación -y ahora más- si llega un personaje como el creador de Gowex y embelesa con sus malas artes a banqueros, reguladores, auditores e inversores. Incluso analistas y periodistas deberían tentarse la ropa antes de elevar a los altares a tipos y empresas cuyas cuentas no cuadran aplicando un mínimo de sentido común. Nadie regala nada, pero tipos como García tienen la suerte de recibir loas, financiación y ríos de tinta, ninguna por cierto para alertar a los menos avezados que siempre son los que pagan el pato, aunque éstos también tengan que aprender alguna vez eso tan viejo de que nadie da duros a pesetas.
Carmen Tomás