A la cita que el domingo tienen los militantes socialistas con las urnas deberían invitarnos a todos, que aquí no sólo se la juegan ellos. Este PSOE, aún en plena travesía del desierto, tiene serias opciones en 2015 de colocar (Frente popular mediante) a su cabeza de cartel en la Moncloa. Yo también quiero votar. La metafórica estampa del escaño vacío de Rubalcaba en la última sesión de control al Gobierno ha sido el toque de diana de un final de época que ya nos habían anunciado pero que no acabábamos de tomar en serio. ¿Y ahora qué? De repente, la zozobra y el recelo que provoca lo imprevisible.
Para muestra de lo que pueden esperar primero los votantes tradicionales del PSOE, después los que por primera vez pudieran estar pensando en asomarse por ahí, que los habrá, y por último todos los demás, les recomiendo sopesar las respuestas de los candidatos a suceder al todavía secretario general cuando hace unos días una militante les pedía que enumeraran los principales errores que ha cometido el partido. Ella no explicitó, pero los aspirantes convinieron en que la joven se estaba refiriendo sólo a lo que va de siglo. «Sí, mucho más fácil», debieron pensar, «mejor 14 años que no 135».
Aun así, del ejercicio de autocrítica que cada uno de ellos estuviera dispuesto a exhibir ante las bases iban a poder sacarse notables conclusiones sobre su capacidad real para sacar al partido del agujero. O al país llegado el caso. Era sin duda el clímax del debate/tertulia con el que Ferraz ha querido ponerle el lazo a un proceso que a todos les resulta incómodo. Era la ocasión para que Sánchez, Madina y Pérez Tapias se buscaran las cosquillas o el hígado directamente, para que de verdad pusieran negro sobre blanco su voluntad de sacudir al partido por los hombros, era la ocasión de retratarse sin complejos. «¿Cuáles son los principales errores que ha cometido el PSOE?».
Pedro Sánchez cree que lo peor del partido son sus «complejos» y su tendencia al «autoflagelo». Tampoco le gustó que el gobierno de Zapatero indultara al banquero Alfredo Sáenz. Imperdonable.
Eduardo Madina enumeró los errores jerárquicamente. El principal, haber permitido que haya políticos en los consejos de las cajas de ahorro, seguido muy de cerca por no haber legislado más a favor de gays, lesbianas y transexuales y por último, toma «shock de modernidad», no haber derogado el concordato con la Santa Sede.
Pérez Tapias también lo tiene claro. La madre de todos los errores fue la reforma del artículo 135 de la Constitución, esa que evita que nuestras administraciones públicas les dejen a los nietos de nuestros nietos deudas por valor de miles y miles de millones de euros.
Por favor, que nos dejen votar el domingo.
Dani Hidalgo