Esta semana se conmemora el decimoséptimo aniversario del asesinato a manos de los criminales de ETA de mi compañero, el joven concejal del Partido Popular en Ermua, Miguel Ángel Blanco.
Para muchos, han pasado diecisiete años y parece como si fuera ayer.
Porque estoy seguro que la mayoría de españoles con uso de razón se acordarán perfectamente cómo vivieron con angustia aquel secuestro y asesinato a cámara lenta, porque ese terrible asesinato siempre estará en el recuerdo de todos los españoles.
De la misma manera que también estoy seguro que cada español recordará, porque es de las cosas que nunca se olvidan, donde se encontraba en el momento exacto del vencimiento de aquel vomitivo chantaje etarra, y cómo supo de la noticia de que ETA cumplió con su terrible amenaza, y a la hora señalada por los asesinos, descerrajaron dos tiros en la nuca del joven concejal dejándolo tirado junto a unas vías del tren y llegando moribundo al hospital de San Sebastián.
Siempre he dicho que las cicatrices de tanto dolor, tragedia y sin razón nunca se nos cierran a los demócratas, pero además cuando llegan fechas tan señaladas como esta de un nuevo aniversario del asesinato de cualquier víctima del terrorismo, especialmente nos supuran de nuevo esas cicatrices.
ETA mató a Miguel Ángel Blanco por ser vasco, español y del Partido Popular
Son las cicatrices de la desesperación, del dolor, de la angustia y de tantas otras cosas que llevan el recuerdo de los que nos faltan entre nosotros tan injustamente.
El asesinato de Miguel Ángel Blanco es igual que el asesinato de las otras más de ochocientas personas asesinadas a manos de los asesinos de ETA, son asesinatos que repugnan la razón, cobardes y sin sentido, que no conllevan ninguna victoria para los verdugos y sólo sirven para destrozar familias.
Siendo yo en aquellos años Presidente del Partido Popular Vasco conocí a Miguel Ángel Blanco, y le escuché y vi en él la ilusión que tenía como la mayoría de los jóvenes de Nuevas Generaciones del PP vasco, por haber sido elegido concejal de su municipio, en este caso Ermua, para servir de la mejor manera posible a sus ciudadanos que le habían elegido, e intentar mejorar con toda la ilusión del mundo las condiciones de su municipio desde una perspectiva ilusionante que siempre conlleva la juventud.
ETA mató a Miguel Ángel Blanco por ser vasco, español y del Partido Popular, para intentar así exterminar de tierra vasca todas las ideas que molestaban a los fanáticos terroristas nacionalistas radicales vascos, y lo secuestraron y mataron para chantajear a un Gobierno elegido democráticamente intentando que los presos asesinos encarcelados, compañeros de esos terroristas fundamentalistas que tenían secuestrado al concejal popular de Ermua, saliesen liberados a la calle, para humillar a las víctimas del terrorismo como está ocurriendo actualmente con muchos de los que han cumplido sus condenas.
Su imagen, su recuerdo y su compromiso nunca desaparecerán de la memoria de nuestro país
Por eso, hoy, cuando algunos recién llegados a la política intentan desprestigiar esta profesión de políticos, hablando de «castas» y obsequiando insultos gratuitos, llamando «perros de la derecha» a los votantes, simpatizantes y miembros del Partido Popular, mejor harían en saber que hay, y que hubo concejales como Miguel Ángel Blanco cuya nómina por ser electo no llegaba ni a mil pesetas en aquellos tiempos, es decir, menos de seis euros de los de hoy, y que en cambio dedicaban su tiempo, y se jugaban la vida, como así fue, por defender sus ideas democráticas y constitucionales, y por defender en el País Vasco a nuestra nación España.
Mientras esos mismos altavoces tan progresistas, tan procastristas, tan prochavistas y tan proetarras nos dan lecciones a la «casta» y a los ciudadanos en general embolsándose sueldos como eurodiputados ganando mucho más que el propio Presidente del Gobierno de este país.
Desgraciadamente Miguel Ángel Blanco nunca volverá entre nosotros, pero su imagen, su recuerdo y su compromiso nunca desaparecerán de la memoria de nuestro país así como el de todas y cada una de las víctimas del terrorismo por las que muchos seguiremos pidiendo dignidad, memoria y justicia.
Carlos Iturgaiz