Conocí a Pedro Sánchez, flamante secretario general del PSOE, hace unos años. Fue en un debate en televisión. Por aquél entonces era concejal en el Ayuntamiento de Madrid. Me llamó la atención la serenidad con la que se defendía de las embestidas de alguno de los contertulios modelo «el que más grita menos ideas exhibe». También reparé en que construía sus argumentos a partir de una idea que exprimía hasta el final. Como si fuera a lo suyo, sin dejarse llevar a territorio ajeno. Desde aquél día he seguido su carrera política. Discreta hasta llegar de rebote al Congreso tras la renuncia de otro compañero de la lista del PSOE. He hablado con él en diferentes ocasiones. Antes de que se decidiera a presentarse a la elección de secretario general y después, durante el ajetreado proceso que le llevó a recorrer España visitando las agrupaciones del partido. Tengo para mí que es un ciudadano honrado cuya visión de la política se ajusta al perfil de lo que entendemos por un político socialdemócrata. Ni es doctrinario ni, menos aún, dogmático. Tiende a explicar, a convencer, no a imponer. Estaría en la órbita de los primeros tiempos de Felipe González en La Moncloa. En alguna ocasión he hablado con él de la deriva independentista de un sector de las fuerzas políticas catalanas.
Los militantes socialistas no se han equivocado al elegir a su nuevo líder
En la retórica de tradición socialista el mantra del federalismo ampara una interpretación del Estado donde las nacionalidades históricas pueden convivir sin quebranto de la unidad. No es partidario de gobiernos de «gran coalición» a la alemana -la propuesta que hizo en su día Felipe- pero tampoco lo es de construir alianzas por la izquierda situada la izquierda del partido. Está convencido de que PSOE puede recuperar por sí mismo el favor de los millones de electores que fue perdiendo en los últimos años a raíz de los zig zags del segundo Gobierno Zapatero.
Su experiencia como profesor en la Universidad le ha servido para afrontar con sosiego y dominio de sí mismo las intervenciones en público. Quizá ese registro transmite cierta imagen de frialdad que se deshace con el trato. No es un tipo distante. Dice un dicho marinero que sólo la mar dice cuando un barco es bueno, así que habrá que esperar a ver cómo se mueve, qué dice, qué hace, qué promueve en los próximos meses y qué tipo de relación política construye con Susana Díaz, el otro polo de poder real dentro del partido, sobre todo en Andalucía, pero tengo para mí que en esta ocasión los militantes socialistas no se han equivocado al elegir a su nuevo líder.
Fermín Bocos