Llega la hora de la verdad. Pedro Sánchez tendrá que demostrar ahora que merece la confianza que le han dado los militantes socialistas, que, de la noche a la mañana, le han convertido en la «gran esperanza blanca» de su partido. Al parecer su aterrizaje ha tenido una buena cogida no sólo en las filas socialistas, sino también, en los sindicatos, la patronal e incluso en el gobierno, que han seguido con mucha expectación lo que ocurría en el principal partido la oposición. Pasados los fogonazos de los primeros momentos y cuando se apaguen los flashes y las cámaras, vendrá la soledad del liderazgo, la hora de la verdad.
Madina ha llevado fatal eso de perder y tal vez no le quiera facilitar las cosas al ganador, cosa que sería un serio inconveniente para afrontar un tiempo nuevo.
De entrada la cacareada renovación tendrá que visualizarse en apenas dos semanas, cuando en el Congreso Extraordinario se decida la nueva ejecutiva donde veremos cual ha sido el equilibrio de poderes, y si, finalmente, como prometió en la campaña por la recogida de avales integra a sus adversarios. La cosa no va a ser fácil porque, según dicen, Madina ha llevado fatal eso de perder y tal vez no le quiera facilitar las cosas al ganador, cosa que sería un serio inconveniente para afrontar un tiempo nuevo. Ya de entrada, que la primera reunión de Pedro Sánchez, nada más ganar la primarias, haya sido con Susana Díaz ha levantado todo tipo de sospechas. Para algunos que la presidenta andaluza quisiera escenificar con su visita a Ferraz, que ella ha sido su gran avalista y que quedará constancia gráfica de su ascendiente sobre Sánchez evidencia una tutela que, según se mire, puede ser positiva o negativa.
De cara a la estabilidad tener el apoyo de la federación más importante del partido no es moco de pavo, pero tampoco sería bueno que el liderazgo del nuevo Secretario General se iniciara con una serie de tutelas al viejo estilo. Haciendo una interpretación lineal, se podría ver como absolutamente normal que el recién elegido líder de los socialistas reciba en primer lugar a quién lidera la federación que más avales le ha dado y tal vez por eso para compensar el éxito el segundo en ser recibido fue el líder de Asturias, Javier Fernández, que había dado su apoyo a Madina.
Si lo que se pretende, de verdad, es que el PSOE deje de desangrarse electoralmente y vuelva a ser una opción de gobierno que garantice la estabilidad del país en unos momentos de crisis como este, hay que darle a su nuevo líder un respiro
Pero más allá de las cuestiones internas, el primer conflicto con el que Pedro Sánchez deberá enfrentarse es al tema catalán, teniendo en cuenta que el nuevo líder del PSC, Miguel Iceta, ya ha dicho que está favor de la consulta, y ha nombrado presidente a un referente del ala soberanista. Esta posición, sin embargo no debería hacerle temblar el pulso ni ser un inconveniente si el nuevo secretario general de los socialistas cumple lo que ha dicho. «Somos socialistas, no nacionalistas. Yo lo único que espero de Artur Mas es que cumpla con la Constitución española. Espero que no haya referéndum». «Las líneas rojas están en la soberanía nacional y en la Constitución española, y confío en que encontraremos un acuerdo que nos satisfaga a todos», me decía el nuevo líder en una entrevista que le hice apenas una semana antes de ser elegido.
Mas allá del tema catalán, otro momento crucial será, sin duda, las elecciones municipales y autonómicas del año próximo y por eso aunque está obligado a convocar primarias para elegir quien será, finalmente, el cartel electoral de los socialistas la fecha de noviembre no debe ser una atadura más. Tomás Gómez ha dicho que «ningún calendario del pasado debe vincular al futuro» y no le falta razón, porque las prisas no son buenas consejeras. Aplazar no significa olvidar y una persona que se acaba de someter a primarias no es sospechosa de querer hurtar a los militantes su derecho a elegir quien debe ser su representante en el camino hacia la Moncloa. Si lo que se pretende, de verdad, es que el PSOE deje de desangrarse electoralmente y vuelva a ser una opción de gobierno que garantice la estabilidad del país en unos momentos de crisis como este, hay que darle a su nuevo líder un respiro. Yo de entrada le doy los cien días de gracia y otros, tanto propios como ajenos, deberían hacer lo mismo.
Esther Esteban