Artur Mas con «espíritu abierto», lo cual casa poco -pensará el presidente catalán- con que no discutirá nada sobre la consulta convocada para el 9 de noviembre, ilegal a ojos de Madrid. Mientras, sigue planeando sobre el ambiente la tercera vía, abanderada ahora por los socialistas Pedro Sánchez y Susana Díaz, que reivindican junto al PSC la reforma federal, léase también la reforma constitucional.
Mariano Rajoy parece estar ante un dilema que no sabe resolver. Como escribe Xosé Luís Barreiro Rivas en su libro La España evidente, presentado, por cierto, por el presidente gallego, Alberto Núñez Feijóo, si desde Madrid se encomienda toda la defensa de la unidad del Estado a los tribunales, y no se hace una política de garantía efectiva de integridad del territorio nacional, se le están entregando a Cataluña pequeñas bazas que pueden desequilibrar -o al menos complicar- el resultado final.
Si Rajoy es, de verdad, un político de talla debe tener discurso
En España hace falta más política, con mayúsculas. Si el discurso se busca fuera, implicando por ejemplo a Angela Merkel -«estoy a favor de la integridad territorial de los Estados, que es distinto a que las regiones sean independientes«, dijo la canciller-, o comprometiendo a la Unión Europea y a otros países en la defensa e interpretación de los tratados internacionales, Mariano Rajoy corre el riesgo, como también advierte el profesor Barreiro, de producir un efecto contrario al deseado, al exteriorizar y airear una cuestión que la opinión pública internacional sigue considerando de política interna.
Si Rajoy es, de verdad, un político de talla debe tener discurso. Si algo hay que reconocerle a Artur Mas es que lo tiene, guste o no guste la posición de Cataluña en el resto de España. De hecho, a diferencia de lo que hace Rajoy, el presidente Mas afirma sus tesis con estudios y análisis históricos, que pueden estar hechos a su medida, pero que requieren réplicas fundamentadas. Incluso gana Mas en su estrategia mediática, a pesar del control que ejerce Rajoy en la mayoría de los medios.
José Luis Gómez